martes, 11 de abril de 2006

Thomas de Quincey

Primero. Hernández o quizás tú mismo me dijiste que el autor de noble no tenía nada, por el contrario, tenía los talones peludos. ¿De dónde sacó entonces el «de» que le da cierto título nobiliario? Ha de haber sido un conejo sacado de su sombrero tal como lo hizo Balzac, que de socialmente noble tenía menos que el paquidérmico Ignatius Reilly (mierda, ¡físicamente ambos se parecen en demasía!). Por esto mismo cito: «si he tenido la ocasión de hablar incidentalmente de muchos amigos patricios, no debe suponerse por eso que tengo pretensiones de rango o de linaje. Doy gracias a Dios de que no». Y luego afirma que frente a las personas caídas en desgracia hay que tomar la más recia actitud católica: aquella de verlos en las mismas condiciones que nosotros mismos, que él mismo, el intelectual: discriminación positiva.

No hay más que intentos de imposturas grotescas. El romanticismo inglés fue de armas tomar, su ansia de temblor es enorme.

Segundo. La primera vez que el autor tomó opio —específicamente tintura de opio, id est, láudano— la compró a un boticario que muchos años después quiso volver a encontrar sin resultados positivos. ¿Hallarlo fue una alucinación previa al consumo del opio? Dice del farmacéutico: «a pesar de su condición humana, ha existido siempre en mi recuerdo como la visión beatífica de un boticario inmortal, enviado a la tierra con una misión especial para mí. Lo que me aferra a esta idea de concebirlo así es que a mi regreso a Londres lo busqué (…) y no lo encontré: (…) Creo que se ha evaporado». ¿Que se ha evaporado?

Un boticario, ¿un rostro más de la Idea Boticario, otro rostro como la del farmacéutico ilustrado que sólo lee los ejercicios perfectos de los grandes maestros? Quizás precisamente eso que nos atemoriza a todos, que nos acoquina y encacha sea el paso único y definitivo para la desaparición, tomando como forma unas volutas de vapor.

Y tercero. Finalizando lo del boticario pone esta nota acerca de la evaporación: «Evaporado: esta forma de dejar la vida parece haber sido muy conocida en el siglo XVII, pero se consideraba como un privilegio de la realeza, lejos del alcance de los boticarios. Un poeta de apellido algo agorero, Mr. Flatman (y que, al parecer, hizo justicia a su nombre), hablando de la muerte de Carlos II, hacia 1686, expresa su sorpresa de que un príncipe realice un acto tan vulgar como morirse, porque, según dice: "Los reyes deberían rehuir el morir, limitándose sólo a desaparecer. Ellos deberían esconderse, que es ir al otro mundo".»

El autor se contorsiona en pos de su texto. Muestra sus llagas y las abre. Se place en salpicarlas de sal y jugo de limón, les escupe y luego las cauteriza aullando de dolor (o de placer por el espectáculo que está dando)

Digo que podrías tomar las Confesiones de un opiómano inglés y con eso hacer tu tesis. Eso es lo que digo Carlos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, era una de mis posibilidades.

Anónimo dijo...

1)En efecto, los románticos ingleses eran de armas tomar (Byron) o de morirse jóvenes (Shelley, P.B.). O de armas tomar y de morirse jóvenes (Byron).
2)El grácil estilo, vaporosamente irónico de de Quincey, recuerda a Chesterton, recuerda a Borges. de Quincy y Chesterton, o los futuros precursores.
3)Otro que escribió sobre los tártaros. Eso algo le suma.

salgadoboza dijo...

Sea alabado Borges nunca por lo que escribió sino por lo que leyó.
Cabe la gran posibilidad de que nunca llegásemos a saber de Quincey, Chesterton u otros sino fuera por él.

Diego Zúñiga dijo...

Da gusto encontrarse con un blog que tiene por dueño a un buen lector. Por lo menos eso sugeren las lecutas que nombras, y sí, concuerdo plenamente conque Borges, como él siempre quiso, más que el genial escritor que fue, será recordado con un enorme lector... quizás el mejor de los mejores... habríamos sabido que Macedonio Fernández era Macedonio sin Borges?... quién sabe,.. en fin, gran blog,
Saludos...
Posdata: el otro que es un gran lector es Bolaño, pero ese es otro tema...

Anónimo dijo...

Sí, pero el muy turrito de Borges decía también que el mejor Macedonio era el oral. Copiando, a la vez, lo que Gide decía de Wilde.
Nos se los puede culpar: al padre hay que matarlo como sea.
Ambos mentían.
Esperemos.

Anónimo dijo...

Y no nos olvidemos de "El asesinato como una de las bellas artes" (lecciones a la hora de los títulos, las de De Quincey)

Anónimo dijo...

Vía Papini también podrías llegar a estos autores y también a muchos otros, todo hay que decirlo.
Excesivo agradecimiento a Borges. A ese también hay que matarlo. ¿O no señor Pailos?

salgadoboza dijo...

¡Ah! Gernández hace eco de nuestra conversación el día viernes santo cuando sacrificamos al cordero pascual y lo comimos llenando nuestras fauces de sangre.

A lo otro: de Quincey decía que podía dar una lista de innumerables firmas, que apoyaban su absoluta inocencia de cualquier acto de sangre.