lunes, 15 de febrero de 2010

Jugar a las escondidas

1. Mi suegra se sienta con el libro entre las manos. Pregunta qué tal es. Le respondo que muy bueno. Quizás hasta le haya dicho “la raja” o “terrible de bueno”. No lo sé. Entonces se sienta con Rabia de Sergio Bizzio y va a comenzar a leerlo. Pero yo ya sé cómo inicia, y mi mujer también. Entonces ella me mira con mezcla de risa y alarma, con los ojos bien abiertos tanto como los míos, y con un gesto de la cabeza le hago entender que sea ella la que le diga que mejor no lo lea, que es un poco “fuerte”. Y no lo es tanto, de hecho es un buen gancho para lanzarse a leerle todo de corrido.

Bien dicho de una buena vez: que comience con un tipo pidiéndole a su novia que le facilite el culo, no es para alarmarse ni mucho menos. Pero mi suegra no lo leyó. Y ante la insinuación de un posible desagrado, dejó el libro de inmediato de lado.

2. Serie de malos entendidos que hicieron que un libro que debió haber llegado hace casi un año, llegase hace poco más de un mes. Y cuando llega Rabia, la recepcionista lo abre puesto que no trae destinatario, apenas la dirección garrapateada al igual que el remitente. Con un poco de fortuna, la mujer comprende que es para mí, puesto que al parecer, nadie más recibe libros por correo en esta oficina.

3. Acabo por fin con El guardián del vergel de McCarthy, y el viernes a primera hora inicio Rabia en el bus. El primer capítulo vuela, lo mismo el segundo. Me sorprendo lo que se puede leer en 20 minutos recordando los detalles en la tarde de ese mismo día incluso. Lo acabo el domingo viajando esta vez en metro, y hay furor y escándalo sordo, o eso es lo que siento al cerrarlo.

4. Si, como dicen al otro lado de la cordillera, la escritura de Aira ya se ha convertido en un género por sí mismo, Bizzio es vanguardia respecto de él, o es retroguardia y desintegra antes de que se conciban los pilares del mundo esquizofrénico y lisérgico de Aira. Donde hay una argumento lineal, Bizzio interpone capas de irrealidad, de cuestiones que parecen imposibles de que ocurran pero que de hecho son posibles en este mundo, no como la ilusoria guerra de los gimnasios, o la configuración astral de las calles del barrio de Flores en Aira. Y a pesar de ellos, hay una explosión de líneas argumentales absurdas, en un primer momento, según me informa la web: decenas de relatos febriles y geniales, guiones de televisión, películas, quién sabe si un melodrama, quizás un disco de pop romántico…

5. Cuestión sencilla entonces: un obrero de la construcción inicia una relación con la mucama de una mansión. Todo comienza en un motelito donde ocurre esta petición anal. Para decepción del lector voyerista o directamente pornógrafo, nunca se sabe qué ocurre finalmente en esta escena, porque luego, todo es recuerdo hasta un punto indeterminable en el que la narración supera temporalmente a la escena del comienzo, y luego también es pasado. Digo: en Rabia toda la acción ha ocurrido como un sueño, porque su protagonista es un espectro, un tipo que se esconde y procede en esa calidad. Todo lo que un fantasma haga en el presente, no puede sino ser pensado como algo ya ido,  es algo que actúa en el pasado con consecuencias actuales.

Continua en MEDIAPINTA.CL

martes, 9 de febrero de 2010

V V V

Que todo sea escribir o decir algo es un problema. Clarito está luego de Elephant Talk: talk, talk, it’s only talk... cheap talk. Y está en lo cierto Belew cantándola con la guitarra elefante que se le cuela.

Habría que decir algo sobre el quedarse en silencio, sobre el no escribir por ejemplo, pero ya está hecho, ha sido un tema fértil: ahí se tiene Bartleby y compañía sin ir más lejos, y quién sabe cuántos trataditos posmodernos más.

«Quizás tengas que leer para que puedas escribir», me decían hace unos días. ¡Pero si leo!, ¡si por sobre todas las cosas leo! «Pero no comics», me espetan. ¡Pero si de lo que quiero escribir es sobre comics!, me levanto en furia. Y no sé cómo escribir sobre Grant Morrison y Los Invisibles y Doom Patrol. Y poner todos los pequeños detalles que se van acumulando en la retina al leer sus obras.

O proponer una respuesta ante la pregunta de cuánto tiempo dura una viñeta, en contrapunto a la fácil medición de un fotograma del cine. Decir, que cuando me dormía respondí que una viñeta dura lo que tarda en ser olvidada. Tiempo muerto y espacio neutro. Una viñeta que atrápalo todo, como un Aleph de papel, o como el cuadro que se comió París en Doom Patrol.

Contar las viñetas que se acumulan y que no se olvidan de Doom Patrol.

1. Aquella vitrina de librería donde anuncian Las aventuras del Barón Munchausen,

2. y luego Crazy Jane posesa, destruye decenas de libros lanzando sus trozos al aire para formar un texto aleatorio con la solución al problema del momento.

3. El inconsciente traumatizado de Crazy Jane, imaginado y dibujado como una compleja de red de trenes subterráneos. Con un conductor que viaja entre las distintas personalidades, cuando él mismo es una de ellas, donde la personalidad dizque original yace dormida bajo todas ellas en silencio e inmóvil.

4. Dos personajes distintos, en bandos opuestos, leen las Confesiones de un opiómano de De Quincey, con resultados diversos.

5. Uno de los más brillantes villanos: el Señor Nadie, una sombra incierta que apela al sinsentido Dadá y al azar como modos de ataque,

6. llevando a la Doom Patrol dentro de un cuadro que se ha tragado París, que ha sido abierto con un poema automático luego de invocar a Duchamp, Tzara y Breton.

7. La villana que mientras duerme tiene un poder arrollador, la cual lleva en cada uno de sus hombros una pequeña cama donde reposar la cabeza mientras patea a medio mundo.

8. «Cada día el cuerpo humano pierde diez mil millones de escamas de piel/ ¿Nunca os habéis preguntado qué ocurre con toda esa piel muerta?/ No desaparece, ¿sabéis?/ Los Agentes del Culto la recogen./ También recogen las viejas cartas de amor que la gente tira cuando el amor se les agría./ Y los Cirujanos del Culto juntan escamas y cartas./ Las rarezas resultantes son conocidas como Los Solteros Áridos./ Y no son muy educados.»

9. Y el Jinete del Apocalipsis, viajando por este cuadro que devoró París, moviéndose entre sus niveles, adquiriendo fuerza de sus versiones surrealistas, impresionistas, cubistas... Pero llegado el momento, se enfrenta a la imposible pintura Dada, dejándole sin sentido, totalmente sin sentido.

10. Robot Man luchando en el sótano del inconsciente de Crazy Jane, contra el padre que la violó cuando apenas contaba 5 años, el que desencadenó las docenas de personalidades.

11. Los Hombres Tijera hablando la lengua del sueño, del sentido desencajado. Cortando la realidad y llevándola

12. a un mundo paralelo, alzado originalmente en un libro, tal cual Tlön.

13. El horror patente ante la locura, la misma que mueve a toda la Doom Patrol, aquella que hizo escribir a Morrison Los Invisibles en un período de alto consumo de alucinógenos, cosa

14. que se nota ya al principio, cuando a doble página John Lennon aparece graficado con los colores propios del viaje psicotrópico. Un dios únicamente posible de ser invocado mediante el LSD. «Me gusta la idea de un dios psicodélico».

15. Y la otra Londres que se esconde detrás de la humareda del moho azul que crece en sus túneles, lo que fuma Jack Frost y el viejo Tom, que recuerda el discurso de los Hombres Tijeras, pero más aún a Tom Bombadil.

16. Un recorrido por Londres, que cómo no, lleva al de William Gull de From Hell. Y Tom dice sobre las ciudades, parado en medio del Londres oculto: «Hay muchos mundos, muchas ciudades, y todos son ondas de choque que nacen de un solo momento de claridad y comprensión.»

16. «En tercer lugar más sombrío como gratas brevedades» dice un Hombre Tijera por ahí.

17. Recitar los nombres de las muertas en Whitechapel 1888, para poder entrar a los aposentos de Red Jack.

18. El gorila inteligente Mallah, que diserta sobre Descartes y Platón, que lleva una boina que le regaló Fidel Castro (la favorita del Ché según éste), cuya polera dice “Drop the Bomb”, y que lee el Tratado sobre el Conocimiento Humano de Berkeley.

19. O el integrante de la Hermandad de Dadá que fue bautizado en honor a Byron y Shelley.

20. El Descreador, que lentamente hace desaparecer objetos, diluyendo el Universo. Un ojo enorme. Un mundo que existe dentro de una bola de cristal de nieve.

El parloteo incesante, un zumbido en la oreja, la incomodidad de la racionalidad, del pensar-bien, o del por lo menos ajustarse a las reglas del raciocinio. Una locura que desborda el mundo material, dándole sentido a pesar de todo. O una realidad tan deshilachada, tan sin pies ni cabeza, que justamente en el esfuerzo por hallarle sentido se nos va la cordura por el inodoro. Algo así se lee en Doom Patrol, eso se intuye.

Viñetas y el mosaico de la mirada. Un ojo enorme que captura y entiende siempre que no haya tiempo que le apremie. Como decir: no hay tiempo que valga con las viñetas, no hay secuencia espacial entre una y otra, sino un vacío con el cual la narración clásica queda despachada. Ni la inmediatez de la televisión, ni la absorbente irrealidad del cine, y ni siquiera la ya tan mediada relación con la letra simple. Ni PDF ni la máquina de Gutemberg.

Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario:

“— ¿Y los libros electrónicos tipo Kindle?
— Esos no son libros. Los libros sólo tienen dos olores: el olor a nuevo, que es bueno, y el olor a libro usado, que es todavía mejor.”