miércoles, 23 de marzo de 2011

90 clásicos de la literatura para gente con prisas


De manera resumida, siempre que se relata una obra no se hacen más que pequeños recortes de su argumento, se realiza una disección de lo leído. A fin de cuentas, se toma una decisión respecto a lo dicho. Tal que el collage que se ve no sea nada más que formado con trozos de una obra mayor, monumental, y cerrada en sí misma.
«90 clásicos de la literatura para gente con prisas» se lee en un fracción ínfima del tiempo necesario, digo: del tiempo necesario para leerse siquiera una de las obras contenidas entre sus páginas. Hay clásicos, evidentemente, hay decisiones cuestionables y otros que no se encuentran, pero vaya a saber uno lo que pase por la cabeza de un lector sueco como lo es Henrik Lange. Éste es dibujante de cómic desde comienzos de los ’90, que de pronto da un golpe a la cátedra poniendo una bomba de racimo dentro del mismo formato del que se nutre, pero no por ello entrando en la lista misma de los «clásicos».
En apenas cuatro viñetas (3 si uno se pone exquisito, y considera a la primera únicamente como título), quiere conservar el núcleo de, por ejemplo, Moby Dick… sí, la misma de 135 capítulos: “El joven y aventurero Ismael se enrola en el barco ballenero del capitán Ahab. / Surcan los mares en busca de ballenas, pero no de las normales, sino de Moby Dick, que obsesiona a Ahab. / Como en toda obsesión insana, al final todos mueren, salvo Ismael, que flota a la deriva sobre un ataúd. ¡Qué ironía!”. Evidentemente, éste no es un libro para puristas, probablemente Ibáñez Langlois, Lafourcade y Armando Uribe pondrían el grito en el cielo, pero a paseo con ellos, porque estos 90 bosquejos, ejemplifican una manera de comprender la misma literatura en su otro extremo: el de la superficialidad, el de la ignorancia, lugares tan caros a la cátedra para poner enarbolar la especifidad y la sapiencia en sus mismos estudios. En esto va el juego, puesto que da lo mismo haber leído o no cualquier clásico porque éstos ya han entrado al circuito (por su condición de clásicos) en el cual da lo mismo haberlo leído en tanto se presupone su misma lectura, y se presupone por la misma condición de clásico, generando un bucle de explicaciones contenidas dentro de la misma formulación del problema. Quiero decir, que muy pocos se han dado a la aburrida tarea de leer En busca del tiempo perdido (quizás porque se intuye que saliendo de su lectura, uno se da cuenta que perdió su tiempo), pero no por ello es menos cierto que todos saben que la chispa que inicia la saga, son unas magdalenas remojadas en té. Si todos los dizque lectores de Ulises fueran ciertos, entonces podrían hacer su propia nación, con emblemas patrios, idioma propio y todo lo demás, pero es que apenas alcanzan para justificar nuevas ediciones. Y a pesar de ello el “Bloomsday” en Dublín, es un evento multitudinario.


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