viernes, 21 de abril de 2006

Esa bruma insensata que no se disipa

Entre las páginas de La vida instrucciones de uso (1) fui dejando trozos cuadrados de papel blanco que, una vez acabado el libro y devuelto a su dueño, pasaron a mezclarse (¿peligrosamente?) con las páginas del primer volumen de las Obras completas de Borges. Otros siguen en el taco del que surgen, los tomo a todos y leo en el afán de pagar la petición de algunos lectores argentinos demasiado benévolos y medio obesos (hay quien aquí lee: obsesos) que desean saber qué con Perec.

1. En el capítulo LXVI, se anota que la señora Marcia posee un pisapapeles cónico cuya base mide menos de 1,5 centímetros, pero que pesa más de 93 gramos. ¿El mismo que Borges descubre por culpa de una crecida del Tacuarembó y que Enrique Amorín compra por pocas monedas?: «Esos conos pequeños y muy pesados son imagen de la divinidad, en ciertas religiones de Tlön».

2. La princesa de Faucigny Lucinge de «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» es la misma del capítulo LVI de La vida instrucciones de uso, cuya fotografía se ve entre las páginas de una revista de sociedad. Entre la platería y el samovar que desempaca se halla la extraña brújula del mundo imaginario: «La aguja azul anhelaba el norte magnético; la caja de metal era cóncava; las letras de la esfera correspondían a uno de los alfabetos de Tlön. Tal fue la primera intrusión del mundo fantástico en el mundo real.»

3. En el mismo capítulo, en la portada del «Boletín del instituto de Lingüística de Lovaina», un artículo de Henry Bachelier que no es otra que la Mdme. Henri Bachelier, que escribe un texto sobre Leibniz (Leibnitz), el mismo autor que Menard comentase en una monografía a propósito de su Characteristica Universalis.

4. En el mismo boletín: «Una carta manuscrita de Gunnar Erfjord». El hombre que le escribe a Herbert Ashe, por el que se descifra el misterio de Tlön y su enciclopedia.

5. También allí. «The Garden of Ts’ui Pên», que es el jardín de los senderos que se bifurcan, escrito por Albert para tal folleto. Stephen Albert el sacrificado, el nombre necesario para el envío de una clave, muerto por Yu Tsun.

Quisiera decir más, pero ese libro tampoco es mío, cosa que no quiere decir en absoluto que no me acompañe. Queda el recuerdo, placer de lo leído, lo leído que teje una trama de hilos de araña con la vida propia, un recuerdo que no hace otra cosa que hacerse vida. Razón tenía Platón con la reminiscencia, pensar (solamente eso) que en algún momento estuvimos frente a las Ideas y que ahora sólo intentamos reconocer en los objetos imperfectos sus reflejos imperfectos también. Perec se sube al tejado y grita desde sus recuerdos de infancia: «Yo no sé si no tengo nada que decir, sé que no digo nada; no sé si lo que tendría que decir no se ha dicho porque es indecible (…); yo sé que lo que digo es blanco, es neutro, es signo una vez por todas de un aniquilamiento una vez por todas.» (2)

No queda entonces más que la historia de los recuerdos, hacer la historia de un relato lleno de grietas que se intentan cubrir con palabras. Burlar al olvido a la nada al no ser, si es cierto que «los recuerdos son trozos de vida arrancados al vacío.»
Lo que se trama confabulando queda entre tinieblas donde se mueven las sombras.
«Lo indecible no está escondido en la escritura, es lo que mucho antes la ha desencadenado».

Perec juega con la matemática, con los puzzles y hasta con los horóscopos. Repite fórmulas hasta la instalación final de su propio texto (que no es más que la apertura de un horizonte de posibilidades para el arte: OuLiPo, Ou-X-Po) en alabanza de sus padres muertos: «la escritura es el recuerdo de su muerte y la afirmación de mi vida».
De él se puede decir lo mismo que sobre Rugendas escribe Aira: «En el juego de las repeticiones, en la combinatoria, hasta él podía disimularse, y funcionar oculto como un avatar más del artista. Las repeticiones: por otro nombre, la historia del arte.» (3)

La literatura, el juego de las repeticiones concientes y del plagio premeditado. Ivánov robándole a Ansky sus propias ideas, sus vivencias, quizás hasta las oníricas como en «Profesor Miseria» de Truman. Y luego Archimboldi copiando todos los argumentos desde el diario de Ansky: una carrera de postas caníbales. Lo importante, en este caso, es que se vea, pero que no se note, digo, me corrijo, leo de nuevo queriendo serme fiel: lo importante es que se vea (bien), pero que no se note (demasiado).

Perec se ha muerto por escrito.
Su escritura es su muerte y a la vez la afirmación de la inminencia de la nuestra.
Publico hoy pensando en el veintitrés de junio de mil novecientos setenta y cinco.

* * *
(1) Anagrama, Barcelona, 2003. Si no se le logra distinguir entre tanto volumen de colores chillones, la guía es la siguiente: Michael Douglas está en la portada de este libro que es una suerte de mosaico de 5x5 cuadros: en la quinta columna de izquierda a derecha, en el segundo cuadro desde arriba hacia abajo. La confusión no cabe.

(2) Y todas las demás citas: George Perec (sic), W o el recuerdo de la infancia. LOM, Santiago, 2005.

(3) Un episodio en la vida del pintor viajero. LOM, Santiago, 2002.

12 comentarios:

salgadoboza dijo...

Saludos a mis benébolos lectores trasandinos.

Pronto publico la antología definitiva de todos los textos archimboldianos, en serio.

San Chao, como decía Xul Solar.

Anónimo dijo...

Deuda saldada. Con creces, si tal cosa cabe, me pregunto. Me pregunto para no asumir que he sido yo quien a contraido una deuda cuya causa no conozco, y de la que desconozco como pagarla.
Veo que sos un conspicuo seguidor del consejo de Bolaño, y relees a Borges otra vez. Veo que tu relectura es o troca o deviene escritura. Quizás reescritura. Veo que tu literatura también es un sistema de citas. Veo que la cita de la cita, así como el plagio en otros, es un procedimiento legítimo.
Veo que me cuesta domeñar al díscolo comentario, en su afán de devenir post.
Obesos, obsesos, y te quedás corto.

Anónimo dijo...

Ya me gustaría ser un lector obeso, pero apenas soy un lector delgado, delgadísimo, casi famélico, sin embargo siempre salgo vivo gracias a las proteínas que me aportan algunas lecturas más que nutritivas, como la suya, querido Boza.

Anónimo dijo...

chupamedias.

salgadoboza dijo...

¡Cuidado con eso de las proteínas! La lunática novia de Archimboldi,Ingeborg,contaba que algunas chicas luego de la Gran Guerrase dedicaban a buscar hombres en apariencia sanos, y les tomaban el semen. Buscando, proteínas.

Pailos es un envidioso. Creo.

Anónimo dijo...

He sido descubierto.

PD:Eso era el relato que los maridos alemanes infieles endilgaban a sus ingenuas mujeres al ser descubiertos in fraganti con esta o aquella doncella bien dispuesta a cumplir fantasías ajenas (y propias. Las mujeres son muy degeneradas).

Anónimo dijo...

No hay que olvidar tampoco la famosa excusa, las cosas por su nombre, que esgrimía Jung cuando era soprprendido in fraganti durante el acto, ah, tan placentero, en que una dama se nutre oralmente de nuestras (saludables) proteínas.
Y como se me da la gana de seguir con las citas, aqui va una: "¿Se ofenden todas las mujeres, diciendo "no", después "oh", sonrojándose, enfadándose, cerrando los muslos, resistiéndose, abriendolos luego y entregándose a su lujuria, como han hecho las mías? Sólo un cónclave de putas que dijeran la verdad y de sacerdotes romanos podría aclarar este punto."
De partida anticipo que no es Sade. Tampoco Apollinaire.

Anónimo dijo...

Yo arriesgo un Artaud, pero sin mucha convicción

Anónimo dijo...

Boris Vian

salgadoboza dijo...

O Gernández cuando tiene la pija enhiesta y desea solamente penetrar.

Anónimo dijo...

"My Private life", Anónimo. Biografía de un libertino de la Inglaterra victoriana en la cual su apócrifo autor describe sus experiencias con más de dos mil mujeres a lo largo de cuarenta años, aprox, de vida útil de su polla.
Su volumen merodea alrededor de las cuatro mil páginas, según se dice. Habría una edición aparecida recientemente en español.
Un gran ensayo al respecto se encuentra en Escohotado, Antonio. "Retrato del libertino", Espasa Bolsillo, 1997.
No es de consuno además mencionar las "Memorias de una cantante alemana", también de autor(a) incierto (a), suerte de contracara femenina al volumen antes mencionado.

Anónimo dijo...

Ah, el amigo Anselmo. Siempre tan erudito. Y esa precisión suya con los detalles. Cuán distinto del sr. Salgado, que de inmediato hace un comentario malintencionado en cuanto lo sorprenden con algún extracto que desconoce.
Dese a conocer, Anselmo. Hay quien por aquí duda de su existencia física.