viernes, 28 de noviembre de 2008

Aproximaciones a Palahniuk

Al final, siempre hay alguien más abajo que uno.
Y todo queda reducido a escombros luego de un capítulo de Palahniuk.

O con precisión: recordamos que somos un escombro moviéndose en un museo inhabitado. Y la realidad de las cloacas sale a la luz.

Como pulir un diamante con un trozo de mierda seca.

Dice que el mundo es una enorme máquina que nos trabaja. Que los dolores y decepciones nos van moldeando. Que en el fondo, en el centro, somos un trozo de carbón fosilizado esperando que la máquina nos haga girar dentro suyo y que los sufrimientos nos despojen de la forma para deformarnos en la perfección.

Y que todo esto es para la muerte.

Propone una refinación también: buscamos el dolor para curarnos de espanto ante la muerte. Nos acercamos una y otra vez al abismo, ensayamos mil formas distintas del desastre, justamente para cuando ya no veamos más las estrellas.

Per aspera ad astra.

¿Y qué?

Todos sus personajes persiguen una sola estrella: la de la alfombra roja y los flashes. Y no hay que decirlo, pero vale la precisión: cualquier humano es parte posible de sus textos.

Lo cual no quiere decir que desee conseguir muñecos de perfecta imitación anatómica de niños para follarlos y llenarlos de la babaza blanca.

O matar a otros artistas para poder conseguir un espacio en la galería top del momento.

O travestirse quirúrgicamente hasta la perfección. Hasta que nadie pueda dejar de darse vuelta y pensar que aquello no puede ser una mujer. Y ser muerto por una hermana deformada por un accidente que ella misma provocó.

O hacer una porno amateur para poder pagar el nacimiento de un futuro hijo (y pensar en mostrarle la grabación una vez entienda, para que sepa de dónde vino el dinero para su fecundación y parto)

Pero como tan bien dice: a fin de cuentas lo único que importa de un artista es la obra que deja y no cómo pagó el alquiler.

A pesar de todo pienso en la escena final de Fight Club y la cuestión sigue siendo exquisitamente sugerente: Sangre, Pixies, fuego, amor.

Quizás haya que impedir que todo esté bajo nuestro control. Dejarse ir. Darse la licencia de la locura y la enajenación, de que todo se vaya al carajo de vez en cuando.

Y se termina diciendo que todo es para mejor, que quizás una de aquellas caídas podría dar sentido a la vida, o una nueva orientación que permitiese o enmendar el camino o crearse el suyo propio.

Pero hay tanta barbaridad.

Y dice que eso es lo que hacen los humanos: convertir humanos en cosas para luego transformarlos en nada. Como las cosas mismas, que se acaban y ya nunca más.

Como si detrás del algodón de azúcar que son sus novelas se moviese en la oscuridad un monstruo.

Si al final sus novela se han de vender tanto como el mejor best seller.

Y justo por eso son más escalofriantes. Porque el monstruo se transparenta en cada lectura.

No digo nada sobre si sea bueno o malo. Eso quedará para el final de los juicios, para cuando el tiempo se acabe y el espacio se vacíe.

Dicen que cada vez que lee «Tripas», la gente acaba vomitando o huyendo. Siempre en la misma parte.

¿Cuál de todas?, ¿en qué párrafo exacto?

No he vomitado, pero si apreté fuerte la mandíbula a la segunda lectura.

No se me ocurre una banda sonora para Palahniuk, a pesar de que cualquiera se le acomoda. Y al revés también:

Toda situación es posible en su texto, de retorcidas maneras. En la medida en que la cadena causal es inescrutable.

Al final, todo se reduce a las expectativas que se tengan. Mientras menos se tengan, menos se sufre. No se es más feliz.

La vida de un cavernícola le viene de perilla tanto como la de Paris Hilton. Ése es su horror.

Y el de la existencia, de pasada.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta especie de utilidad ciega a la cual nos acogemos, los escribientes. Estoy leyendo a Michel de Certeau y a Erving Goffman, por la sencilla razón de que son teorías sociológicas compatibles y dictadas por la profesora de la tesis. De lo contrario leería los libros que realmente mueven el despertar cotidiano: Irène Némirovsky y su “Suite Francesa”. Y me preocupo de la utilidad: las comillas salen con raros signos, las notas al pie de página salen con raros signos. Me di por vencido. Antes una página web no me la ganaba. Ahora me doy rápidamente por vencido. Pero ahí están sobre la mesa las extrapolaciones de toda la historia: tiempo libre (Némirovsky) y tiempo explotado (sociologías varias). Voy, un día de estos, a ir a la biblioteca y a sacar a Palahniuk y a Houellebecq.