lunes, 17 de agosto de 2009

La realidad está acá dentro

Uno hasta podría pensar que la ficción se mete en la realidad, al modo en que Tlön acaba suplantando la aburrida realidad. Pero no, doy apenas dos ejemplos —que únicamente son tales teniendo en mente a Aira:

1. Justo antes de quedarme dormido, presentan en un estelar de televisión a un ex animador de programas infantiles, que ahora ha cambiado de rumbo y regenta una clínica para solucionar problemas de convivencia familiar. Mientras cierro los ojos imagino que tal escena cabría perfectamente en alguna novela de Aira: la exaltación de la familia, los recuerdos del añejo programa infantil, con un “yo lo veía de niño” a coro de todos los demás invitados, etc. Cosa que ha de haber ocurrido.

2. Gernández me llama a primera hora para saber si leí un titular de El Mercurio. Le aclaro que hago lo posible por no leer mentiras. Pero lo hago cuando en la web leo: “Atentados contra centros deportivos Sportlife y Balthus: Dos bombas de la misma factura estremecieron anoche a concurridos gimnasios de Las Condes y Vitacura”. Y entonces pienso que esto no es más que la primera manifestación pública de la guerra de los gimnasios que ya hace rato comenzó. Y nosotros ni sabíamos. Guerra que indefectiblemente acabará con la desaparición de el Chile. Aunque Playmobil Hipotético cree que estos bombazos también pueden presagiar la reedición de todas las novelas de Aira, y la guerra entre sus distintos editores. Yo creo que con tal reedición se acaba de una vez el Amazonas.

Se pueden tener reparos incluso estéticos para con Aira. Hay a quienes les aburre de plano. Otros a los que sus finales ponen rojos de ira. Y otros —los peores— que le toman en serio cada una de sus zafarranchos lógicos. Les apoyo a todos, excepto a los aburridos. Pero lo que no se puede hacer, es criticar a la realidad de aburrida, ilógica o “fea”. Porque eso implica un proceso imposible: quitarle el apoyo a lo que base de todo, incluso de esas opiniones en su contra. Petitio principii.

La realidad es muchísimo más compleja que la más celebrada ficción. Ningún relato podría, ni de lejos, acercarse a la trama de lo cotidiano. Quizás por eso mismo la mejor representación de la realidad se haya dado en las variantes del teatro de lo absurdo, la patafísica o el dadaísmo.


A pesar de todas las evidencias (mediáticas todas, es decir, modernas y por lo tanto indignas de confianza), no existe el Área 51 ni el tinglado de los banqueros judíos controlando el mundo desde las sombras. The Mindscape of Alan Moore no puede ser más claro: los teóricos de la conspiración creen en sus ideas, no por la evidencia que de ellas tienen, sino porque es tranquilizador concebir un mundo tal. Pero, continua Moore, la terrible verdad es que no existe conspiración alguna, que la existencia es completamente caótica y que nadie puede controlarla*. Y a la escena siguiente, Rorschach recordando que no es dios el que mata a los niños ni provoca las tragedias, sino que somos nosotros y que, desde siempre y por siempre, estamos solos.


(*). "The main thing that I learned about conspiracy theory is that conspiracy theorists actually believe in a conspiracy because that is more comforting. The truth of the world is that it is chaotic. The truth is, that it is not the Jewish banking conspiracy or the grey aliens or the 12 foot reptiloids from another dimension that is in control. The truth is far more frightening, nobody is in control. The world is rudderless..."

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