lunes, 20 de abril de 2009

Problemas espacio-temporales

No entiendo a los que quieren hacer diferencias entre meros cómics y novelas gráficas. Como si por ponerle el mote de “novela”, el trabajo pasará a otra categoría, a una superior. O que los mismos quieran al cómic como el noveno arte, como si el ser algo artístico fuera un estatus de prominencia ante otros. La misma lógica acusa a aquellos que piden —ante cualquier barbaridad— un trato “más humano”. Ni novela ni arte ni humanidad quedará luego del fuego. Ni siquiera sus cenizas.

Mediante la difusión libre de contenido, he conseguido tres trabajos de Alan Moore, cada uno con distinto dibujante, y él siempre a cargo del guión: Watchmen, V de vendetta, From Hell. Me sorprende cuando noto lo difícil que es pensar en los ejes que Moore lo hace —o hizo. Dejando de lado las distintas líneas argumentales que dan forma a sus historias, ha de pensar en sus palabras como si fuesen constituidas por texturas gráficas, potenciadas/limitadas en los márgenes de las viñetas, con el halo de la tinta china o de la acuarela. Pero en general, no comprendo muy bien qué pasa con el cómic. No entiendo muy bien las condiciones que lo originan, no alcanzo a captar completamente sus apuestas, pero comprendo que son altísimas, y también sé que Alan Moore ha sido uno de los que las han subido. Hay un vacío en mi comprensión sobre el fenómeno, que no es atribuible a no haberlos leído antes, sino a otra cuestión, a algo que quizás sea el quid del problema mismo de la continuidad espacial y de la sucesión temporal.

Es imposible trasladar las novedades de Moore a una película, por los motivos que el mismo Moore ah enumerado —en otros lados. No es posible producir el efecto del comienzo de Watchmen en un filme, puesto que los 24 cuadros por segundo lo hacen trivial, apenas notado. No sirven de nada las páginas centrales de la pelea de Veidt en 6 viñetas laterales y una enorme central, si son grabadas en la secuencia que al ojo parécenle continuas.

Quizás la sutileza técnica del dibujo pase por la posible reiteración de la mirada y no por la insistencia temporal en ella: la toma perfecta pasa no tanto por la proeza plástica del director de fotografía, o del montaje, sino por el tiempo que en pantalla se presente. De nada sirve un paisaje encuadrado, con el tono requerido de saturación si pasa en dos segundos de metraje, y ningún espectador lo nota. En la otra mano: cualquier viñeta puede ser revisitada las veces que sean necesarias dentro de la misma “sesión de lectura”. Vuelvo una y otra vez a notar los títulos que el anarquista V tiene en su galería, doy vuelta el libro para notarlos mejor. Noto cuantas veces quiero la delicada y brutal manera de hacer paralelas las jornadas de un doctor y una prostituta en la Inglaterra victoriana de From Hell: una a trazos secos de tinta y el otro en acuarela.

Evidentemente todo eso se perderá. Trasladar un cómic de este tipo a película no puede ser sino una adaptación lejana, un objeto apenas reconocible de su origen. Por lo mismo el punto de origen de tales productos puede retractarse, y en su recogimiento negar cualquier relación con el último estreno de taquilla. Alan Moore reniega de todas y cada una de las adaptaciones que de sus trabajos han hecho. Partiendo porque no hay traspaso posible, y siguiendo porque le arruinan sus guiones, las obsesiones que le atosigaban en su momento. Si en The league of extraordinary gentleman, el protagonista del cómic (Allan Quatermain) había consumido todo tipo de drogas, el idiota Sean Connery no quiso hacer un personaje drogadicto. Si el pelmazo de Depp interpreta a un inspector de policía oscuro y opiómano, el original Frederick Abberline de Moore es un tipo de lo más sano y normal. Con razón dice Moore, que con los cómics él no tenía esos problemas.

No es cierto que Watchmen haya estado lista para el cine. No es cierto que no sea otra cosa que un storyboard perfeccionado hasta el hartazgo. Porque no hay que confundir la secuencialidad del movimiento de las viñetas en la página con un bosquejo propedéutico que acabará en un producto enteramente diferente. Yerran notablemente los que piensan que las primeras páginas de Watchmen emulan un zoom back de cámara.

Moore nota la obsesión actual por adaptar obras que funcionan bien en su medio a otro, a experimentar con el resultado. Y claramente no hay para qué hacerlo. Languidecen centenas de detalles brillantes, los guiños al género mismo se pierden. El final distinto de la adaptación cinematográfica de Watchmen sólo es comprensible como medida para salvar al guión de un absurdo, cosa que en el cómic no ocurre, por el motivo que éste pretende ser sarcástico con todos las soluciones radicales en las aventuras de súper héroes.

Hay problemas de ritmo. No únicamente del ritmo narrativo. Sino del ritmo propio del espectador. La disposición frente a un libro (lleno de imágenes narradas o texto plano) jamás es el mismo que frente a una pantalla (del tipo que sea). El recorrido del ojo es distinto: David Lloyd, Eddie Campbell y Dave Gibbons al dibujar tienen completa conciencia de los caminos de la visión. Contra lo que se piense a primera impresión, ni siquiera en From Hell hay detalle alguno que sea descuidado. Los recursos posibles han sido elegidos de acuerdo al contexto del guión, y cada uno crea un ambiente propicio para su desarrollo. Watchmen no funcionaría igual si no fuese con la estética-súper-héroe tan marcada. Así como tampoco es pueril la elección de la tinta sobre papel, ni ninguna otra.

Intuyo que sólo se puede vivir en viñetas mediante el uso cada doce horas de dosis estándar de dietilamida de ácido lisérgico. De hecho, es el único modo en que el campo visual de lo real se recorta, y puede ese recorte seguir pegados a los ojos, y luego volver a ponerse de donde salió. Cortar para luego pegar en el mismo sitio. En condiciones normales, se vive a veinticuatro cuadros por segundo aproximadamente, y el efecto de transición no se siente.

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