jueves, 15 de febrero de 2007

El idioma del futuro será el silencio*

Nunca he leído a José Miguel Varas. Quizás sea necesario. Pero basta ser shileno y lector como para conocer, por lo menos, su nombre.
Hace unas cuantas semanas me dirigí a la repartición pública correspondiente, a entregar el último informe de la novela que ellos “financiaron”, con plata mía y del resto. Entro y junto conmigo también lo hace un hombre de mi estatura, con el pelo cano y bigote, que pregunta al guardia por el piso del Consejo del Libro. «¿El Fondart?, quinto piso». Pero esa respuesta no es la correcta, porque la pregunta no fue entendida. Como justamente voy a ese sitio, le doy al hombre la respuesta dándome cuenta que se trata de Varas. Me tupo un poco, ¿por qué? Toma la delantera para entrar en el ascensor, y cuando va a entrar, las puertas se cierran repentinamente golpeándolo en el brazo derecho, ¡horror! Balbucea algo que podría haber sido un improperio contra la técnica o una alabanza a las viejas escaleras, pero no lo oigo bien por los audífonos que llevo puestos.
Mientras quiero hacer entender al recepcionista qué es lo que yo venía a entregar, Varas se dirige donde una señorita tras un escritorio. Quien me atiende algo está haciendo, por lo que puedo dejar de prestarle atención y oír lo que los otros dicen. Me inquieto cuando Varas entrega un sobre en donde venía su «solicitud de prórroga» para la entrega de su proyecto. Me sorprendo y me río de mi asombro por tal osadía: José Miguel Varas —postulando al mismo fondo que yo, pero en la categoría de «escritores consagrados»—, se adjudicó seis millones de pesos (6.000.000), para simplemente acabar su novela(1). Luego reviso la lista de ganadores, y leo: FOLIO: 33370. TÍTULO PROYECTO: REDACCIÓN Y REVISIÓN FINAL DE NOVELA “MILICO”. RESPONSABLE: JOSÉ MIGUEL VARAS MOREL. MONTO: 6.000.000. Y el muy sinvergüenza se da el lujo de pedir más tiempo. Pero vamos, que en 2006 ganó el Premio Nacional de Literatura, luego de disputas estridentes por la idiotez y el ego a punto de estallar entre los capos y sus secuaces, que siguieron luego de conocido el galardonado.
La única que llamó mi atención se dio entre dos bandos separados por la entrepierna. Una revista de papel couché titula «El parelé de las escritoras»(2). Todo comenzó con una columna de «La Tercera» en que contaban entre risas que a Lina Meruane le habían rechazado un manuscrito en Planeta, porque según dicen, se parecía mucho a Diamela Eltit, por lo que ellos prefirieron publicar a la maestra y no a la discípula. Esa misma novela, Fruta podrida, fue financiada con una beca, cómo no, Guggenheim y ganó el premio a mejor novela inédita de 2006 del Consejo de la Cultura y las Artes.
A ella junto con Andrea Jeftanovic y Nona Fernández se las trataba con el mote de “diamelitas”. Meruane no tardó en responder a la afrenta en su propia columna dominical en «El Mercurio». Dicen que fue demoledora, feroz. Poco después recibió un llamado en su rico loft niullorquino avisándole que sus colaboraciones ya no serían necesarias. El mundo se paralizó. Diversas muestras de apoyo recibió ella y las demás agraviadas.
Quedó la casa de putas.
Aparecieron también los “bolañitos” que las emprendieron contra las “diamelitas”. Nadie supo dónde estaban los “emaritos”, mejor así.
Afirmaron que todo era un ataque sistemático amén de misógino.
Bisama apuntó en su momento: «¿Cuando una crítica las emprende contra un libro escrito por un hombre, la acusan de feminista?»
Germán Marín, escritor y editor de Random House Mondadori, ya había sacado las garras frente a Eltit previo a la entrega del mentado premio, y ella no se quedó atrás. Dijo: «Lamentablemente no he leído a las… Diamelitas, ¿no? Suenan a congregación religiosa. Quizá lo sean… Yo tengo mis sospechas.»
Más seria, concentrada, Meruane rechaza tal circo, porque «detrás de todo ese divertimento se arraiga un evidente deseo de agredir». También le desagrada que el estilo Bolaño de descrédito público y de arrebatos mediáticos haya hecho escuela. Quiera el Arquitecto que su escritura sí funde algo.
¿Usted, qué prefiere, el Monte de Venus o el Falo?


Todo lo dicho sobre José Miguel Varas pensé nunca escribirlo, serían menudencias y copuchas de adolescente picado porque quería más plata del estado. Lo de la batalla entre diamelitas y bolañitos sí. Ahora los dos asuntos se mezclan cuando leo, con risa rabiosa que Varas está en la Feria del Libro de La Serena, ciudad que dejé hace pocos días, para dar una charla junto a Jorge Edwards sobre el estado de las letras nacionales… El encabezado reza: «En Chile nunca ha habido debate literario». Y joder que me río.
Varas se cubre las espaldas cuando le preguntan por las disputas dizque literarias en Shile:
¿De qué elementos carece esta controversia?
Gira en torno a temas relativamente menores. Entonces, no hay grandes ideas en la discusión. Me imagino (…) la posibilidad de otro tipo de debate (…) Siempre ha sido el golpe bajo, además de injurias con mayor o menor grado de elocuencia literaria.
Minucias como cartas de prórroga por seis millones de pesos, editores que hacen caso omiso de las medallas ya obtenidas y no publican, diarios directamente reaccionarios y momios que se mueven como vampiros o revistas del corazón, conciencia de género mal entendida y peor practicada, lectores obtusos, mediocres y pasivos.
A todos ellos deberían patearlos hasta la muerte me dice Ignatius.
¿Otro tipo de debate? Recuerdo a Patricio Marchant queriendo leer de verdad a Mistral a mediados de los ‘80, y el silencio e incomprensión que rodeó su trabajo hermoso, su Sobre árboles y madres. Su operación vapuleada, y ahora vuelta a retomar.
Como nunca Gernández puede ser citado: se cierra el libro y queda el desierto. Y también la posibilidad del silencio a martillazos.


* * *
(*). Cf. el artículo «Mafia sutil», de este mismo blog (mayo 2005).

(1). Sólo otros dos escritores recibieron tal monto: Ramón Díaz Eterovic (Folio: 33289; Proyecto: Término de escritura y revisión de novela) y Pedro Ortíz Navarrete (Folio: 33785; Proyecto: Sueños: El cazador de instantes).

(2). «Caras», Nº 490, 12 de enero de 2007.

1 comentario:

Anónimo dijo...

soy un aggregatum de detenciones al escribir. just that. pero esa dispersión es, apofénicamente hablando, una experiencia de sentido. una experiencia límite, o cumbre, como diría mi padre ante una pequeña muchedumbre que admirada ríe a carcajadas cuando él dice que un disco de led zeppelin le cambió la vida. estas frases largas me descomponen. y yo sólo quería hacerte saber que había pasado por aquí una vez más, una vez más de madrugada, a ver si algo de lo que escribes me sorprendía.

nada me sorprende más que detenerme cuando escribo, en todo caso.

anarquía con la cabeza fría.