jueves, 23 de noviembre de 2006

17 de noviembre+basta de Aira

1.

Geografía del tedio:
Una geografía demencial que emparenta al pueblito cordobés con la isla de R’lyeh donde el Gran Pulpo nos sueña. Y de esa geometría no euclidiana, pero que puede ser revelada: «en estas cuestiones topográficas, una larga costumbre terminaría por develarle todos los secretos» (Pág. 60). Como si todo Rosario no fuese sino un pliegue de la tierra de la Tierra, del barro que comen las gallinas mutantes que Martín sigue. Y en esos pliegues todo cabe, allí es el lugar del escondite perfecto. Si se quiere desaparecer, Rosario (con su aacento caantadito) es donde hacerlo. Y ni siquiera comenzarlo, porque en materias de desaparición ya principiar es volverse bruma (insensata o no, da lo mismo).

—Ya. Otra vez con Aira. Ay qué lata. Otra vez lo mismo, ¡ni que fuera Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski) o Simenon (Joseph Christian)!
—Pero si estaba tan rebarato pues. Pero bueno, oye, ¿sabías que en invierno las noches se alargan?
—¿Sí? ¿Y para qué lado?

¿Y qué es lo que se mueve horizontalmente moviéndose verticalmente? La respuesta es una metáfora, una explicación sobre las distintas suertes de la lectura. Porque leyendo nos movemos para los lados, pero también hacia arriba y abajo. Y yo te pregunto, ¿qué pasa con las referencias cruzadas a otros textos a las ideas de otros que a veces ni siquiera están inscritas como propias?

Si Aira escribe una página por día, entonces para leerlo hay que hacer ídem: una página por día. Eso dice Gernández al borde del colapso por el esfuerzo. Pero te pregunto: ¿y su Diccionario? Tu respuesta va a llegar en un plazo indeterminado de tiempo, que nos corta. Por más que queramos suturar la separación en la que nos movemos, nos caemos al hoyo una y otra vez. Eso ya se podría suponer de antemano. Pero todo eso lo sabíamos. Aunque no tanto como Gombrowicz escribiendo su curso de filosofía en seis horas y media. Pero él también es la escritura de los testículos a punto de explotar, como Borges, pero no la de Bioy-Casares, porque ya se sabe que era tan recaliente como Neruda pero sin el componente de imbecilidad ni demagogia.


2.

A propósito del nazismo: un discípulo de Heidegger, amigo del traductor chileno de Ser y tiempo (Jorge Eduardo Rivera), quemó una enorme pira de dólares en la punta del cerro Santa Lucía en Santiago. Y luego se abrió la tapa de los sesos. Eso, justamente eso, es el nazismo, la destrucción absoluta del capital dice quien cuenta la historia. La misma que relato el viernes 17 de noviembre cerca de las once de la noche por Cumming cuando me encuentro con Carlos Pérez Soto. Un excelente regalo de cumpleaños conversarle —escucharle— por varias cuadras, hasta que él se detiene frente a una fuente de soda y me dice que aquí vive. Yo sé que no es así, pero mientras le hago una última pregunta pide un churrasco, con un gesto que denota su familiaridad dentro del local. Creo que hasta el saludan.
Me regalan Plan de evasión de Bioy Casares.
También un habano.
Cuando voy de vuelta a mi casa, cerca de las siete de la mañana, veo a un hombre que le falta un zapato cruzando la calle.
La noche se convierte en día sin que nos demos cuenta, porque estamos dentro de una tanguería —según me dicen. En una pieza enorme sin luz. No quiero entrar a ella, pero luego de unos minutos está todo iluminado sin que haya luz, pero puedo verle el rostro a todos los que me acompañan.
Corre un porro, y la chica a la que abrazo cae dormida, mientras acabamos la cerveza que se nos hace poca.
Mientras espero el micro, toda una jauría me rodea. Pienso que en cualquier momento me van a atacar, sobre todo sabiendo que estamos (los perros y yo) frente a La Moneda, donde han sacrificado decenas de perros para cuando asumió Bachelet. Quiero caminar un par de cuadras para alejarme de ellos, pero noto que me siguen, así que mejor me quedo tranquilito hojeando mi nuevo libro. Los perros al parecer me protegen, me miran con buenos ojos, algunos tirados en el suelo y otros moviendo la cola yendo de un lado para otro. Hay los que persiguen a los autos, en una actitud suicida, pero no tanto como los de plaza Ñuñoa. Ellos han leído seguramente a Hume.
Recibo de regalo un capullo medio marchito. No sé de qué flor. (Luego sé que es de la misma planta que comimos en la calle un día, con unos pistilos con sabor dulce, como de miel)
Me deben otro obsequio.
Había mucha gente reunida con la excusa de mi cumpleaños. Dado el nivel de convocatoria, me perfilo como seguro futuro alcalde o diputado. No voten por mí. Aunque se los agradezco mucho. Faltó gente, siempre falta, pero los ausentes están muertos ya, o encerrados en manicomios.
Antes de despedirnos, le hago a Pérez Soto una pregunta que con P. pensamos (?) hace tiempo, viendo su libro Sobre Hegel: si se llegase a traducir, ¿se titularía On Hegel o Upon Hegel? En este caso la traducción es esencial. Mi Señor Pérez Soto sonríe con la ocurrencia, parece que no lo había pensado. Dice que todos sus libros son «On», pero que no es mala idea ése «Upon», que esa podría ser justamente la idea…
Me solazo releyendo las palabras que he ido colgando por aquí. Los cumpleaños siempre son ocasión de revisiones, absurdas porque nada cambia de un año a otro, y si nos ponemos pesados, nunca nada cambia. Un nuevo clic en el cerebro, el primer aniversario del concierto de PJ acá, unas cuantas nuevas cicatrices, falta de espacio en la biblioteca, ojos cada vez menos sensibles a la luz (relacionado con lo anterior obviamente), gentes que me miran, escribir con pie forzado (como si se fuese OuLiPo), pero más —lo que se dice más—, nada más.


* * *
Aira, Embalse. Emecé, Buenos Aires, mayo de 2003.

4 comentarios:

Gonzalo Hernández Suárez dijo...

Tu miedo a los perros es sobrecogedor. Dime si no es más fácil arrostrarlo estando acompañado (debias haberla llevado al negro bueno, además).

Una aclaración: ¿Era el zapato el que iba cruzando la calle o aquel a quien le faltaba el implemento?

En cuanto a lo del diccionario, muy simple. Un autor, -o definición-, al mes. Lectura reconcentrada.

salgadoboza dijo...

Aclaración: las dos cosas. Digo: por alguna otra calle andaba el zapato sin pie. Pero eso no lo vi, aunque es evidente que ocurrió. Yo sólo vi el pie sin zapato cruzando Bilbao (esquina Pedro de Valdivia).

Gonzalo Hernández Suárez dijo...

Sobrecogedor, padrecito.

Anónimo dijo...

En general, optan por el 'On' (el ejemplo más eminente, sospecho, es 'On Certainty', de Wittgenstein).
Usted no gusta de los perros; pero los perros gustan de usted. Algo parecido le pasaba a Marylin Manson con las drogas.
Los zapatos no existen. Son los dueños.