lunes, 19 de diciembre de 2005

Dolor de muela VS Perec

Apenas puedo dormir durante esta noche. Acabo de leer Bartleby y compañía y quisiera comenzar con La vida instrucciones de uso de Georges Perec. Llegué hasta él por —probablemente— un comentario mal oído: hablé alguna vez con Felipe Sáez sobre Juan Emar y un texto donde describía las habitaciones de un edificio de apartamentos donde vivían sus amigos. Hace poco, Sáez afirmó en tono triunfante, que tal narración no era de Emar sino de Perec. Un par de días después conseguí tal volumen.

Apenas puedo dormir porque tengo un dolor de muelas de la puta madre. Todos mis dientes están a punto de caerse, literalmente —no quisiera acabar como el vampiro que es Armando Uribe. Hace varios meses comencé un tratamiento dental, que no he seguido más que con una intermitencia que me asombra, incluso a mí, un fragmento per se. Hace pocas semanas repentinamente salióse un trozo de muela, debí haber ido al día siguiente al dentista. Ahora me duele otra muela. Seguramente tendrán que hacerme otro tratamiento de conducto, o, como se dice técnicamente, una endodoncia.

No sé por qué mientras sufría me acordé de Hegel, y pensé: «La externalización de cualquier elemento interno representa únicamente una tortura para el sujeto», la tragedia del sujeto hegeliano, su destino espinoso. Entonces, traduzco: dientes y uñas son sólo motivo de dolor. Por lo mismo, todo lo que sea alteridad no es más que motivo de sufrimiento… uf, gimme a brake.

Qué pena, qué pena no poder comenzar con Perec por culpa de mis muelas. Qué dolor. ¡Ay!

El dolor retrocede el dolor se esconde yo también me escondo, «y ya mi voz va volviéndose lejana mientras se prepara para decir que se va, va a probar otros lugares. Sólo yo he existido, dice la voz, si al hablar de mí se puede hablar de vida. Y dice que se eclipsa, que se va, que acabar aquí sería perfecto, pero se pregunta si sería deseable. Y a sí misma se responde que sí es deseable, que acabar aquí sería maravilloso, sería perfecto, quienquiera que ella sea, donde sea que ella esté» (*).

* * *
(*) Vila-Matas, Bartleby y compañía, fragmento 85.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estimado SB:

Necesito que apenas haya concluido con su lectura de Perec nos informe a sus lectores qué tal, cómo fue, si puede leerse a Perec, si puede leerselo con Placer, si un tipo como usted puede leerlo con Placer.
Porque todo mi prejuicio me dice que es la mar de aburrido. Pero los autores y críticos que frecuento sostienen lo contrario. Y yo, ¿vio?, entre mis prejuicios y mis consejeros no sé ya qué pensar.