miércoles, 29 de octubre de 2008

La huida hacia delante

La vida como la vida y el recuerdo como la espera de su ida, o el paso en que comenzamos a preguntarnos: ¿fue eso real? O en un modo más problemático, cuestionarse si acaso la realidad es explícita en sus contenidos o definiciones. El punto, entre otros innumerables, sería: ¿es acaso la realidad, entendida como lo-de-hecho, punto de partida de cualquier certeza? Y fácilmente cualquier estudiante de primer semestre de filosofía ¾occidental¾ puede refutarlo con grandes argumentos, y yo, quedarme sin apelación posible, porque así es, y basta, porque sé lo que me dirán y lo acepto a pies juntillas.

Un paso atrás: ¿informa algo sobre la contingencia la realidad? Que es algo como que la realidad me formule proposiciones válidas sobre elabora y el aquí, sobre la permanencia de las cosas y su dureza. Y se puede ir más atrás, cuestionando la informabilidad de la realidad misma, porque, ¿de dónde se ha sacado que la realidad ha de informar lo que sea? Podemos cuestionarnos sus fundamentos pero nunca el abismo sobre el que está montada. Un hoyo enorme y oscuro donde lo único dable de pensar es la enorme brecha entre yo y lo que pienso. Por ello mismo no deja de ser ontológicamente cierto lo de «no tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso».

¿Qué hay que decir cuando esa realidad es mediada por un narrador? Ni Proust, ni siquiera Balzac (neither/nor) tienen la posibilidad (porque no hablamos de capacidad) de introducirnos en lo que nos escriben y cuentan. No seré un banquero burgués ni un homosexual snob por ellos, sino por cuestiones que podamos enlazar con la cotidianidad, y en esa diferencia se oculta un trauma primordial del relato, de la escritura misma como supuesto espejo de la realidad. Esto puede llegar a justificar el por qué es más fácil, popular y por ello aceptado el identificarse con personajes de otros ámbitos, del cine el cómic simple, que con Gog o algunos de los lunáticos de Dostoievsky. Incluso será socialmente preferible andar con una máscara del revolucionario de V de Vendetta que comportarse como Bartleby.


Pero hay formas en que la literatura puede mostrar a la realidad en el desorden sin sentido innato que la constituye: hay que leer a Palahniuk (Monstruos invisibles) y al Houellebecq (Las partículas elementales).

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso". Anoté esta frase en mi pizarra hace dos días. Justo bajo uno de los más bellos lemas hegelianos: "Si la realidad es inconcebible, debemos entonces forjar conceptos inconcebibles". Me parece maravillosa la afinidad de esta constelación doble de citas con este texto tuyo. Es una afinidad desafiante, en todo caso.

Para mí, y tengo la humilde impresión de que para Zizek sería parecido, no estar de acuerdo con lo que uno piensa es la esencia de la enajenación, o de la operación ideológica. Uno, siendo uno mismo, puede discrepar, "internamente", por decirlo de alguna manera. Uno puede hacer algo sin saber, en el sentido de tener plena conciencia y actuar deliberadamente. En este caso, ese hacer es pensar algo. O sea, en mí un doblez: un pliegue, la espontaneidad voluntaria (típicamente liberal) que está de acuerdo o no con algo, y otro, la necesidad histórica interior, que también soy yo, pero que funciona como una alteridad-por-dentro. Justamente este desacuerdo echa a andar las transformaciones subjetivas más significativas. Carlos Caszely, autor dialéctico.

En el caso de la frase de Hegel (de su texto temprano llamado "Diferencia entre los sistemas filosóficos de Fichte y Schelling"), y como suele ocurrir con una cierta interpretación de su pensamiento, resulta que "el desorden sin sentido innato" que es la realidad no es contradictorio con una realidad inteligible. La insensatez de la realidad llama a una insensatez del pensamiento, y esa elevación o piquero a la insensatez produce, al fin y al cabo, una sensatez conceptual, una forma en que la realidad se expresa racionalmente. En otras palabras, no hay una oposición entre inteligibilidad y desorden insensato, sino más bien una afinidad dialéctica.

O dicho de otro modo, con una frase que siempre me ha fascinado, y con la que siempre estuve de acuerdo, porque es profundamente anarquista: ni esto, ni lo otro, sino todo lo contrario. Augusto José Ramón, lógico subversivo.

Publicaré esto en mi blog. Me gustó.

Anónimo dijo...

Atinaste plenamente con la tercera cita. Creo que es la triada capaz de expresar sucintamente una teoría de la enajenación, una lógica revolucionaria y una máquina valórica al mismo tiempo realista que utópica.

Para celebrar estos hallazgos, dejemos que Bill Calahan haga lo suyo (en "Vessel in Vain", maravillosa versión "retirada" en http://www.youtube.com/watch?v=pLivpEkBNlc)

I cant be held responsible for the things I say
For I am just a vessel in vain
And I cant be held responsible for the thing I see
For I am just a vessel in vain

No boat out on no ocean
No name there on no hull
And its not a strain at all to remember
Those that Ive left behind
Theyre all standing right here beside me now
And most of them with a smile

My ideals have got me on the run
Towards my connection with everyone
My ideals have got me on the run
Its my connection with everyone

Such free reign
For a vessel in vain

Anónimo dijo...

esa cancione es, fundamentalmente, hermosa.