viernes, 9 de junio de 2006

E=MC2 E.M. Cioran

            Sueño con A. que me manda un resumen de su biografía sobre Bolaño. Yo no me sorprendo porque en la Tierra Allende el Sueño ella fue muy amiga de él. Leo su carta en que mi nombre aparece con un seudónimo ligado a él, un anagrama torpe que no logra esconderme por ningún lado. Leo su carta y es como una película donde su misma voz me la lee dentro de la cabeza. En alguna parte dice que Bolaño vivía en la calle Colo-Colo cerca del estadio del equipo de fútbol con ídem nombre (y venía hasta el número de la casa). «Claro. Obvio. Yo pasaba por ahí cuando pequeño iba al colegio, ¿ya lo sabía entonces?» pienso dentro del sueño. Y en ese transporte escolar recuerdo a otro A. que me enseñó a hacer globos con chicle, todo un logro en mi infancia. El mismo A. que una vez vomitó cerca de mí. O cuando en esa furgoneta íbamos a buscar a Carlos Saldías y yo todavía le porfío que él vivía en otra casa, no en la que él dice que vivía, hasta que hace poco dejó entrar la duda y que quizás sí, que quizás sí tengo razón que era otra la casa donde vivía. «Pues lo mismo es (para) pensar y (para) ser» dijo P. hace tiempo atrás (1). Todos estos sueños como la cifra de la desesperación, de un desastre inminente. Tengo palpitaciones, estoy hiperventilado anfetaminado desde hace semanas, una ansiedad que no puedo controlar y que por eso es ansiedad. Quizás, ahora sí, el desastre es inminente. Ha pasado el 6 del 6 del 6 y nada. Un astrólogo apellidado Engels dice que él pondría más atención en la segunda semana de agosto, que ahí sí que podría pasar algo en Europa, algo grave supongo, coligo de su rostro apretado por sus visiones o preparado para la cámara de televisión. Tanto que al despertar tengo una jaqueca horrible, quizás no por el sueño, sino porque ha comenzado otro mes horrible, del mes horrible que se repite con insistencia cada cuatro años, ahora en Alemania. «Ahí viene la razón a caballo» dice Hegel cuando ve a Ronaldinho hacer una pirueta con la pelota. Puaj. Miro el diario de hoy y me entero que el médico de la selección brasileña se apellida Borges (Serafim). Tal como el compañero de oficina en Lisboa del desperado Soares. Borges un médico brasileño y un contador portugués. ¿Quién es Borges? Quizás la respuesta esté en la biografía última y superior —dicen— firmada por Edwin Williamson. La ciclópea jaqueca retrocede cuando encuentro la pastilla roja de la tranquilidad. Horas después despierto realmente con la sensación de la borrachera nocturna, cosa falsa, una resaca de la impostura, una cruda inopinada porque no he tomado alcohol. Dice Lagos que soy el único que tiene la sensación posterior al acto antes del acto mismo. Tomar decenas de botellas de alcohol pasando desde el anís al whisky y luego al tequila y quedándome tirado en la calle por el mezcal: la progresión numérica perfecta; el vicio único de Emar en Diez; los alcoholes de oro, plata y bronce: los mismos hombres vaporosos en su idéntica calidad espiritual. Quizás la falsa resaca sea de algún modo verdadera, producto no de la ingesta bucal de destilados sino de la tomatera brutal a la que me someto volitivamente leyendo Bajo el volcán de Lowry. El Cónsul británico, Geoffrey Firmin el alcohólico que no me dejó dormir antes de la jaqueca en que hasta la luz solar me molestaba. ¿Me habré embriagado por leído? Han notificádome de la borrachera. Me he embriagado por leído hasta vomitar dentro de mí un sueño idiota y doloroso. El Cónsul tuvo de superior durante la Gran Guerra a Apollinaire: «Hay hindúes que miran con asombro las campañas occidentales/Y piensan con melancolía en los hombres de quienes preguntan si los verán de nuevo/Porque en esta guerra se ha llevado muy lejos el arte de la invisibilidad» (2). Tiene de vecino en su mansión a un señor apellidado Quincey. Y él lo pone como si fuera el otro, el verdadero: «era éste el último momento de la retirada del corazón humano y del ingreso final de lo demoníaco, de la noche aislada, al igual que el verdadero De Quincey —auténtico opiómano». Es obvio que el mezcal que toma el Cónsul es de marca Los Suicidas. John Huston rodó Bajo el volcán y si la veo, estoy seguro que muero de coma etílico. Otro sueño, en el que se me aparece Kurt Vonnegut como si él fuera un personaje de la película que era mi sueño. Un escritor al que nunca he leído, pero uno en el que más temprano que tarde caeré, lo sé: primero sueño con él y sé que es él sin nunca haberlo visto, y luego me topo en la madrugada con el fin de una película en la que aparece un viejo y una chica vestidos igual que Ignatius Reilly dirigiéndose a un festival de artes y el viejo es escritor y todos lo saludan y alaban a pesar de su suciedad y hosquedad. Veo luego a Bruce Willis y una seguidilla de escenas cual más disparatada. Llego a pensar que quizás tenga algo que ver con Kennedy Toole, pero no, es simplemente un yerro provocado por una novela de Vonnegut, un filme delirante llamado Breakfast for Champions de 1999 según me lanza IMDB.com. Una seguidilla de escenas ridículas o demasiado complejas como para enlazarlas fácilmente: nada se entiende. Una tía lee el texto ése de 'K' y pone en su correo: No entendí nada. Espero que tu mente esté más clara que lo que escribes. Y debería haberle respondido: Subyugo mi pensamiento a la forma de la escritura (de lo) que leo. O, mejor: No tengo por qué estar de acuerdo con lo que pienso (y escribo). «Todo aquello que puede ser pensado, puede ser pensado claramente. Todo aquello que puede ser expresado, puede ser expresado claramente» (3).

            Mis sueños en este agujero fangoso, y lo que de ellos digo, deben ser entendidos así: una escalera de mano por la que nadie sube y que una vez alcanzada la cima, es quemada (la cima y la escalera).

 

 

* * *

(3). Sobornio, fragmento 4.116 (Hackenberg).

(2). A., «Hay».

(1). P. de E., Fragmento B3 según edición de Lactancio (sic).

4 comentarios:

Gonzalo Hernández Suárez dijo...

Estás arriba de la noria, amigo mío, y lo celebro. A lo mejor esa (s)ima de la que hablas, que arde no bien llegas a tocarla junto al artilugio que te permitió alcanzarla, es el tope de la noria alcohólica cual foto en plaza ñuñoa estimulado por el ejemplo consular y deseando rodar y rodar por el precipicio de la conciencia hipertrofiada. Felicítote y abrázote a la distancia. Te mereces todos los premios de este y todos los gobiernos.

Anónimo dijo...

Quizás nuestra mente solo sea un sistema de citas, como una glosa particularmente vulgar de Borges suele mentar. Adhiriendome a la más rancia y obtusa interpretación de la glosa particularmente vulgar, ni siquiera cita, sino que recuerdo el fin del Tractatus y la escalera que él (el Tractatus era), aparentemente decidor pero en realidad no, pues nada de eso, dice su autor, balbucea su autor, puede ser dicho. El lector, el autor mismo, tira la escalera una vez hubo comprendido.
Mezcal, dijo el Cónsul.
¿Qué me perdí? ¿Es que usted ganó el premio este, ese o aquél, y va por fin a ser editado?

salgadoboza dijo...

Amigo argentino: se perdió solamente que el jodido Estado me financiará la escritura de una novela que está en mi craneo. Me dan dinero para escribir: el primer paso -espero- de lo que luego otros harán. La felicidad me inunda, se nota. Quizás con este dinero me dé una vuelta por Buenos Aires, es imperioso ir a esa ciudad y ver la plazoleta Roberto Arlt.

Anónimo dijo...

mejor la Julio Cortazar (méritos literarios aparte, créame).
Le comunico a su otro amigo argentino, y brindaremos en su honor.
Hasta el Herralde, siempre.