martes, 9 de enero de 2007

9 de enero. Loa cumpleañera en tono de cumbia.

Yo antes creía que la literatura era una labor redituable. Y que en buena medida sobrepasaba a los demás oficios posibles, por cierta «dignidad» y dizque supremacía frente a otros constructos humanos.

En 2002 entré a estudiar filosofía en una universidad cuyo título le queda grande. Luego de salir de una clase —en la que seguramente entregué alguna apreciación medio libresca y pretendidamente sesuda—, de pronto, me agarran por el lado y con un tono exagerado, o impostadamente callejero, pregúntanme: «¿Tú escribís?» Una pregunta que a todas luces es imposible de responder de primeras, máxime si no se escribe. No por lo menos como él sí lo hace. (Hace poco, una prima de seis años, mientras íbamos en el metro y yo leía a Proust de pie, ella mirándome sentada con sus piernitas colgando, hace que me sonroje ante su pregunta: «¿Por qué lees y escribes tanto?» Si lo conociera, si supiera, y si supiera sus piernas ya no le colgarían más).

Le respondí que sí. Por soberbia, como todo lo que hago. Le dije que apenas unos poemitas sueltos cuyo valor todavía no se los encuentro, más que como marquitas obscenas (porque atrevidas) en la bitácora de mi ego. Obviamente no le gustaron.

Más adelante, muchos meses después le entregué mi primer cuento. Parece que le gustó harto, porque decidimos a partir de él, hacer una novela que nunca acabamos.

Luego, cualquier día viernes de una semana cualquiera (aunque era noviembre y la primavera golpeaba fuerte), le entrego una página con diez preguntas a modo de entrevista. Completamos demasiadas carillas con las respuestas que se sucedieron, queriendo hacer como desconocidos lo que otros se demoran décadas en conseguir —o decididamente nunca.

Siempre, con o sin una piscola en la sangre, discutimos por quién es el mejor escritor argentino del siglo XX. Hoy y sólo hoy es Arlt. Antes y luego de hoy seguirá siendo Borges. Nadie habla de Cortázar claramente. Nuestros hijos se dividirán entre Fresán y Aira (porque Borges ya será un fáctum).

Chandler, Vian, Dostoievski, Papini, Céline, Arlt, Hammett, Vila-Matas, Ellroy, Bolaño, Chesterton, Melville, y mil más han pasado de sus manos a mis ojos. Maravillándome y haciendo que caiga una y otra vez, sorprendido por todo lo que está más allá de la superficie, de la tensión del líquido del volcán.

Y también he llorando en su hombro, dejándoselo lleno de mocos idiotas porque provocados por mi ciega confianza en la raza humana. Aunque él también ha dejado sus buenas dosis lacrimógenas en ropa que luego he tenido que quemar, porque sus fluidos funcionan como el cloro o como el alcohol de quemar: combustión espontánea, ardor de todo, pura destrucción y abazotamiento apasionado.

De a poco nuestras bibliotecas se van separando porque leemos demasiado juntos, porque una y otra vez el Divino Plan nos une en cuestiones aterrorizantes para quienes no saben el secreto de la estructura del mundo, para quienes no se hacen la Pregunta Fundamental cada mañana cuando despiertan. Se separan porque ambas trabajan como monstruos que devoran todo lo que está alrededor: su departamento pronto estallará, y a mí ya me dijeron que me marchara porque ésta es una casa y no una biblioteca. Entonces, dentro de poco, se unirán para siempre. Las bibliotecas-monstruo se mirarán el imposible rostro ululante, y se unirán en una copula que no desprecia la coprofagia ni la automutilación.

Cuando lo llamo me contesta: «¿Qué alegai?» O también, y con emoción: «¡Padrecito!» Y hablamos largo sobre nada, inventando personajes rurales que deben ir a dar la comunión a desahuciados luego de follarse a los monaguillos de blanco. Bueno, él fue uno de esos niños.

Aprender a reírse cuando se lee y escribe. Saber, de una vez por todas, que hay que levantarse temprano a luchar contra un teclado. He de confesar que sin desearlo, por un puro afán higiénico para con su hogar, hice volar la letra K de su laptop. Quizás, algo le quería decir: que Kafka está siempre a la vuelta de la esquina, que algún día podrá acabar El castillo.

Nos hemos visto caer, mas nunca levantarnos. Hay quien se regocija en el lodo que dicen, solamente está reservado a los cerdos. ¿Llegará el día del pináculo? Afuera gritan que no.

Lo veo (es un decir, una forma retórica de la imaginación) sentado sobre ese cubo rojo con ruedas, inclinado sobre su computador. Al frente, Santiago está recién desentumeciéndose, según se nota desde el noveno piso. Se ríe mientras deja pasar algunas tildes que luego, quizás yo, corrija, riéndome también.

Y eso habría que hacer. Ninguna solemnidad para este oficio libremente elegido. Todo se resuelve en un contorneo de idiotas frente a un altar iluminado por la luna, mientras el mar socava sus cimientos y, junto con él, todos nosotros caemos.

El día del pináculo nunca llegará, porque las olas son más poderosas desde que fue bautizado por la hermandad, sin quererlo, como Gernández.
Salud.

6 comentarios:

Gonzalo Hernández Suárez dijo...

Me conmoviste, padrecito. Sólo puedo balbucear un "salud" de vuelta y beber, seguir bebiendo de esta inmanesenscia abastalladora que me socava. Estoy en el único pedazo de tierra que resta del mundo. A mi alrededor ábrese el abismo de la treintena.

¡El horror! ¡El Horror!

PD: Muy bueno el truco de la K. Bien sabes de qué letra trátase en la real realidad. Humillado, te recuerdo que tu habitación, al final de ese pasillo, adopta la forma de una "L" gigantesca, volcánica.

Autoayúdate y Dios te Autoayudará. ¡Salud!

Anónimo dijo...

"Ninguna solemnidad para este oficio "libremente" elegido".

Nada se elige libremente señor...y ser escritor tampoco es un oficio. Dicha actividad mas bien parece ser un ritual, donde danzan palabras que no deberían y donde al final del día más de alguno termina por intoxicarse.
Con respecto a eso de la pregunta fundamental...mmm...creo que la respuesta es obvia no?...la respuesta es 8, aunque podría ser eventualmente 45...

salgadoboza dijo...

Sólo ahora caigo en que tiene razón. En que efectivamente la letra que volé de su teclado fue la muy específica W y nunca la K. Pero quizás sacrifiqué la veracidad de mi memoria ante un efecto de texto. Igualmente: feliz cumpleaños con los chinos golpeadores de mejillas.

salgadoboza dijo...

2112 insiste, y en eso se demuestra que efectivamente es un lector (más que) adolescente, aunque lamentablemente es también mi amigo.
No desespere, que pronto publicaré lo convenido aquella noche en casa de D.

Anónimo dijo...

Es cierto señor Salgado Boza, demuestro ser efectivamente un lector adolescente. Será que prefiero adolecer a pisarme la cola?...sólo Jebús lo sabe.

Salud!(os) mi amigo maccy.

El Mate Tuerto dijo...

"Y eso habría que hacer. Ninguna solemnidad para este oficio libremente elegido. Todo se resuelve en un contorneo de idiotas frente a un altar iluminado por la luna, mientras el mar socava sus cimientos y, junto con él, todos nosotros caemos"

Otro párrafo para la historia" (aunque a esta altura ya no se si es oficio u ofidio o simple maldición).

Siempre que se cierra el libro queda el desierto.

Feliz cumpleaños, Gernández.


Zedi Cioso