viernes, 27 de febrero de 2009

Escribir un mapa

¿Qué será escribir sobre un mapa? ¿Hacer otro mapa? Algo así como que escribiendo harto sobre un libro se consigue otro libro, distinto, sumatorio, condensado y ¿definitivo? (que clausure sus significados posibles)

Yerro al enviar un texto al Mate Tuerto, y publican apenas un esbozo. Leo el artículo tanto más impreciso porque no “definitivo”. Y se le va la vida al Supremo Editor en la publicación final-final.

Abufom me piensa como su «Pepe Grillo literario» (sic) mientras escribe una carta de amor con Lihn de fondo, o como si Lihn fuera el hablante a través de un par de poemas, suponiendo que pudiesen hablar los muertos bien muertos.

No ha de ser mera coincidencia que el monstruoso manuscrito Umbral de Emar esté aún en manos argentinas, y que Pailos se lleve algo de él consigo.

Sueño relatos inenarrables. No puede escribirlos sin una erección y un estremecimiento, que quizás, sea moral. Es obvio que no todo está tan invertido, que el espejo es a la vez cóncavo y convexo, y que la luz se comporta como onda y partícula: sin contradicciones ni apuros teóricos.

Escribir un texto-base, y múltiples variaciones de éste. Que cada variación sea la definitiva en tanto sus diferencias la autodefinen como “final” respecto al resto. Truco retórico para forzar una petición de principio. Y también para saciar el hambre por lo último, lo final.

Ya lo dijo el Borges, que el concepto de texto definitivo sólo surgía de la religión y/o el cansancio. Quizás haya que retirarse del texto apenas se crea esté finalizado. Retirarse como publicar, dar las palabras, deshacerse de ellas como regalar harapos a la beneficencia.

Activación de las partículas del sueño, en estas palabras, AHORA.

Se acaba un texto y se clausura la promesa implícita que se contrae con la primera palabra. Ya no se promete más: se descubre la mentira o el vacío que deja el hueco que antes ocupó la esperanza que lo devora todo.

Quizás haya que acabar de prometer, y ponerse con todo a descubrir a los mentirosos, y a los estafadores que compran la confianza de un lector (siempre ingenuo) con cheques sin fondos.

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