martes, 22 de mayo de 2012

Martín Warp: Ogú y Mampato en ácido



Hay algunas empresas en que el método adecuado es un desorden cuidadoso
Moby Dick


1. Recurrir a operaciones intelectuales manidas, repetidas hasta el hartazgo, tiene por supuesto el defecto de no decir nada al lector, pero por el otro lado pone el tema a tratar dentro de un horizonte conocido, familiar digamos.

2. Por lo mismo, no se mencionará en absoluto lo de la muerte del autor, mientras se hable de Martín Warp, novela gráfica recientemente publicada con financiamiento del Fondo del Libro a través de Mythica Ediciones. Martín Warp puede ser descargada también. Sus autores insisten en despojarla de las restricciones clásicas del copyright, lo cual tiene sentido, porque aunque se descargue ilegalmente Abbey Road, el disco seguirá siendo de The Beatles y nunca mío, en cuanto a autoría.

3. En Martín Warp se desarrolla una historia en varios planos temporales, a los que el protagonista accede mediante el uso de ketamina: “la percepción del tiempo se altera de tal manera, que un espacio de tiempo extremadamente reducido se percibe como un momento eterno e interminable”. Los personajes habitan un paisaje sureño destruido por el terremoto de 2010, en donde la ruina es la regla en muy distintos ámbitos: las letras perdidas de los frontis de los edificios, las grietas en los muros, la locura familiar.

4. Martín Warp tiende al desorden controlado. «Hay que llevar en sí mismo el caos», dice en una viñeta. Por ratos desespera su secretismo, su hermética construcción ––aunque eso es claramente achacable a que este es el primer número. O quizás sea parte del mismo tenor de ignorancia que se mantiene hasta que se consume un alucinógeno. Uno potente, uno de verdad. De aquellos con los que es imposible compartir la experiencia con el que no lo ha probado. Como una comunidad de psiconautas. O de adictos a la ketamina. De viajeros que llegan a cualquier lugar mientras no sea éste.