miércoles, 22 de marzo de 2006

Parricidio

Se muere el hombre al que alguna vez quise alcanzar en sus lecturas, en su intelegencia.
Lo veo leyendo el diario haciendo los puzzles mientras yo juega con pantalones cortos sobre el piso frío a pesar del verano.
Tengo miedo de preguntarle dónde está la Estatua de la Libertad, porque yo creo que está en Washington pero algo me dice que no, que estoy equivocado, que es en Nueva York. Finalmente no le pregunto nada.
Él leía muchas novelas policiacas. No sé si habrá conocido a Hammett o a Chandler o a Chesterton, ni siquiera sé si conoció a Poe.
Pero por lo menos sí que trabajó en la librería de Lafourcade y de ahí consiguió muchos libros que ahora son míos. Muchos Balzacs y Victor Hugos que décadas después leí.

Saludos R. Que no soy yo, que no soy esta R. sino la otra que me hizo esta R.
Saludos a tu mujer viejo de mierda.

viernes, 17 de marzo de 2006

Reporte

i. Veo el booklet de Scenes from a memory (Dream Theater, 1999) y noto entre una ruma de libros The plumed serpent de D.H. Lawrence. Luego encuentro a R. y saca de su mochila con un "mira lo que estoy leyendo" precisamente La serpiente emplumada de D.H. Lawrence.

ii. Encuentro una vieja croquera. En ella, entre otras muchas cosas, están anotados algunos títulos de filmes. Uno de ellos es El pacto de Holcroft donde la increíble actuación de Michael Caine hizo que la anotara. Camino días después por San Diego y en mi frente tengo El pacto de Holcroft,la novela que escribiese Robert Ludlum: niñossacados de la Alemania nazi que estarán adultos para la década de los '70 y así implantarán el Cuarto Reich.

He conseguido las Obras escogidas VII de doña Agatha Christie, Aguilar en hojitas de biblia.
Lo siento, sinceramente, por el joven al que se lo robe.

lunes, 13 de marzo de 2006

La gimnástica

Un ejercicio idiota.
Claramente eso. Releer la intervención de Amadeo Salvatierra, junto a Lima y Belano. La revisión del Directorio de Vanguardia de la revista Actual, llena de «nombres conocidos o desconocidos, recordados u olvidados hasta por sus nietos».

En una mano el catálogo.
En la otra el hermoso Diccionario de autores latinoamericanos de César Aira (Emecé, Buenos Aires, 2001).
Un ojo en cada texto, leyendo en el listín y buscando en el Diccionario los que sí aparecen. La extraña forma de seleccionar de Aira, donde sobresalen los «desconocidos y olvidados». Los mismos de la Actual, los humillados y ofendidos que han sacado de un pantano inmundo la mano para luego seguir cayendo.

Allí está la extraña Elena Garro, esposa fue de Octavio Paz. Sus novelas donde constantemente aparecen una madre y su hija huyendo de un padre terrible, trasunto en alguna ocasión del mismo Paz. O por ahí un gigoló oculto que no es sino Bioy Casares, que casado estuvo con Silvina Ocampo, hermana de Victoria. Silvina, la menor, publica la novela en 1937 Viaje olvidado donde Aira apunta entre paréntesis que «(se ha hecho notar que las iniciales del título coinciden con las de su hermana mayor)»: al lado pongo: «uf!». Uf.
Y otra escritora perdida en un basural, la chilena Violeta Quevedo muerta en 1962. ¿La conozco, alguien sí, con fruición? Quizás no, quizás porque «el más honesto de sus lectores no llega a dilucidar si la lee por risa o por admiración». Claro, no se sabe cómo tomar a alguien que en vez de llamar por teléfono a un amigo que se desea ver se mete a la primera iglesia que encuentra y se pone a rezar para hallarlo milagrosamente. ¿Dónde estás Violeta?

Un salto, el ojo se mueve a la derecha y se lee la extraña biografía de Horacio Quiroga. Su padrastro suicidóse cuando Quiroga tenía doce años. Luego en 1915 su esposa dizque adolescente hace lo mismo, «seguramente por el carácter de Quiroga». Aira hace notar hacia 1904 «la devoción por Poe fue reemplazada por la de Dostoievski».
¿Se comprenderá por qué luego Quiroga tomó un traguito de cianuro?
Los hermanos idiotas lo degollaron ciertamente.

¡Ay la guapa Storni! Aparece su fotografía sonriente en la portada entre tantos rostros serios. La misma sonrisa con la que en Mar del Plata decidió suicidarse caminando, desde la playa hasta tocar el sol en el horizonte.
Arlt, «el mayor novelista argentino».
Borges, cuya influencia es difusa.

Algo raro. El anarco de Manuel Rojas compiló los Cuentos fantásticos del momio Alberto Edwards. Sí, el mismo de la jodida Fronda aristocrática y otros manuales para terratenientes.

De Edwards al Edwards Bello que Belano reconoce en la lectura de Salvatierra. El Joaquín que pudo escribir El roto sólo por rico y refinado, al que «no se le escapa, de la pobreza, ni uno solo de los detalles que a un pobre le habrían pasado inadvertidos». La lógica del turista.
En la columna del lado Juan Egaña, que escribió proclamas para el guacho O’Higgins, que escribió un Tratado de lógica, metafísica y moral, y el mismo que escribió una Constitución que fue derogada por compleja en su aplicación. Creyó haber inventado la máquina de escribir, y cuando su hijo Mariano (que trajo a Andrés Bello a Chile) le pidió una lista de qué leer «la respuesta fue que esa lista ya estaba hecha, y era el Index de la Iglesia».
¡Juá! dijo el negro que se topa por todos lados con Ignatius Reilly.

Un salto hasta Manuel Maples Arce creador del realismo visceral de Cesárea Tinajero. Aire yerra, pone «estridentismo». Maples Arce que recibe a los jóvenes viscerrealistas en su piso. Y luego Belano y Lima leyendo Actual, el número 1 de 1921, «revista-cartel que se pegó en las calles de México» llena de pequeñas bombas de tiempo.

«Mi locura no está en los presupuestos».
Los ojos se cierran y las manos descansan.
La vanguardia es así.

sábado, 11 de marzo de 2006

Hacia Batton Rouge

Señores mongoloides:

¿Dónde estaría Kennedy Toole si siguiera vivo?
La madre de Ignatius es una cerda tal como su hijo.
De fondo se oye Mother de The Police (Synchronicity).
Kennedy Toole murió por su mano a los treinta y dos años y sólo dejó dos novelas: La Biblia de neón y La conjura de los necios. Suicidóse desesperado por no hallar editor para su libro.
Editoriales: Anagrama comparte algo con Gredos. Cierto cabronazgo, acaparamiento, quiero decir, una suerte de monopolización de algo que podría ser llamado "clásico". Herralde upyours.
¿Puede ser comprado un libro que cueste más de treinta mil pesos? Sí, 2666, ¿pero la Metafísica o la Política?

«El optimismo me da náuseas. Es perverso. La posición propia del hombre en el universo, desde la Caída, ha sido la de la miseria y el dolor» le dice Ignatius a su madre.

Quizás ya la hayan llevado al cine, en caso contrario John Goodman podría ser perfectamente Ignatius. Cetrino, un bigote poblado, las manos siempre grasientas, greñas negras saliendo bajo el gorro verde de cazador. La única posibilidad es odiarlo, nadie quisiera tener cerca a un tipo como ése.

«Tienes que identificarte con algo, Ignatius, te lo he dicho muchas veces, tienes que participar en los problemas cruciales de estos tiempos» le escribe a Ignatius su novia, Myrna Minkoff, joder, otra M. M. Referencia oscura Abufom. Si no te comprometes si no te metes en los problemas de este tiempo estás fuera. Como un carrousel en el que no podemos montar, todos los caballitos se alejan. La velocidad es demasiado alta. Me caigo. Rompo la frente y las dos muñecas. ¡Nunca más volveré a escribir!

¡Ah, esto sólo podría ocurrir en esta época! La historia se ha replegado y nos ha brindado una sección temporal en que la geometría el buen gusto y la teología se han marchado. ¿Quién lee a Boecio? Más aun, todos se quedan en casa leyendo los panfletos reaccionarios de Mark Twain. Ni siquiera en el clero católico se puede confiar: las penitencias que mandan son cada vez más mínimas.

Lo más probable es que una buena cogida me hiciese bien. No se puede seguir para toda la vida con doña Manuela y sus cinco hermosas hijas. O una terapia sexual, ¿pero con quién?, ¿conmigo mismo, con mi madre? Si no se tiene una novia dispuesta a abrir las piernas con la misma frecuencia de una erección, que se la jodan mil monos de culo colorado, ¿cierto?

Teniendo a John Goodman lo que quedaría es conseguir de algún modo que John Huston (¡a por Moby Dick Hernández!) dirigiese la mentada adaptación cinematográfica. Pero Goodman tiene el problema de ser un actor itinerante, a veces sí, a veces no, buenas actuaciones (con los Coen) y otras para no recordar.
Si tuviese aquí, junto a mí a Ignatius Reilly le partiría el rostro a golpes de puños. Lo obligaría a leer a Twain y quizás hasta a Bukowski. Cerdo asqueroso. El problema es que el maldito viene de Nueva Orleans: «Esta ciudad es famosa por sus jugadores, prostitutas, exhibicionistas, anticristos, alcohólicos, sodomitas, drogadictos, fetichistas, onanistas, pornógrafos, estafadores, mujerzuelas, por la gente que tira la basura a la calle, por sus lesbianas». La mejor definición de esa ciudad. ¿Y el Mardi Gras con las chicas mostrando las tetas por un collar de perlas plásticas? Las mismas palabras, el mismo concepto le calza a otro ilustre nacido en la ciudad-borrada, hoy por hoy nuevamente y demasiado famoso. Adivine el lector de quién se trata.

Kennedy Toole sodomizando al mundo civilizado.