miércoles, 31 de diciembre de 2008

Lo importante

Libros leídos 2008

Alejandro Zambra

- La vida privada de los árboles

Ernesto Sabato

- Abaddón el exterminador

Bernhard Schlink

- El lector

J.M. Coetzee

- Infancia

- Juventud

- Hombre lento

Irène Némirovsky

- Suite francesa

Marcel Proust

- El mundo de Guermantes

- Sodoma y Gomorra

Félix de Azúa

- Cambio de bandera

Chuck Palahniuk

- Monstruos invisibles

- Fantasmas

Michel Houellebecq

- Las partículas elementales

martes, 23 de diciembre de 2008

To Do

9 de septiembre de 2007:
Johana Cárdenas Constanzo, ¿a qué hora?, quizás en las horas luego del almuerzo, visita unos roqueríos con dos amigos y su hermana. Posa para una fotografía, da un paso en falso, cae al mar. La Armada comienza su búsqueda. Pasan las horas, su familia la llora, la creen ya muerta ¾incluso instalan la capilla ardiente correspondiente. Luego de cuarenta y ocho horas, un buzo la halla en una cueva justo bajo donde ella se fotografiara ¾¿habrá sido tomada la imagen?, ¿qué se verá en ella?, ¿el halo del movimiento, la sombra de la caída, una mueca de la joven?
Se mantuvo viva, parada al fondo de la cueva natural, conteniendo la respiración cuando las olas subían el nivel del agua dentro de su refugio. No bebió del agua que la aterraba, ¿qué bebió, su orina? Fue rescatada con lesiones leves e hipotermia.

¿Qué vio Johana en esa cueva? Hay la imagen de video, donde la niña en brazos de su rescatista sonríe y saluda a la cámara de televisión.

El buzo dijo que la caverna era «horrible», sic. ¿Por qué?

Johana estaba parada al fondo de la cueva, en una pequeña meseta. La veo como una figura de yeso de la Virgen, un icono, una estatua en una gruta de adoración.

Los múltiples milagros en este suceso: el sólo hecho de entrar en la caverna (de ser puesta allí), cuyo acceso es dificultoso incluso para un buzo profesional. La marea la deposita dentro en vez de ahogarla. Que luego la encontrasen.

La madre ¾Marina, sic¾ dice haber soñado con su hija en esos dos días de incertidumbre. Si y solo si Johana fue una divinidad por ese tiempo, entonces Marina sufrió un trance místico. Tal que ella misma hubiese abogado por su propia salvación.

* * *

10 de enero de 2008:
Marcelo Ruiz considera que el mar «tiene sentimientos y hace lo que quiere con uno». Luego de pasar diecisiete horas en alta mar, afirma no volver a meterse en el oleaje del que nada sabía y del que difícilmente pudo escapar, luego que estando en la costa trabajando cuidando una casa, se metiese en un bote plástico para poder alcanzar un objeto extraño que estaba a pocos metros de la orilla.

En su bote de piscina el viento lo agarra y arrastra rápidamente mar adentro, sin que pudiese dar alerta alguna ni nadie lo echase en falta al instante. Anochece y a su alrededor los colores son tenues y el movimiento ondulante. Ha de haberse sentido desolado, tirado en medio de un desierto de agua.

Marcelo Ruiz no sabe nadar.

Y como no sabe nadar, lo único en que piensa es en no alejarse del bote, entonces se amarra a él. Al parecer varias veces la embarcación volcóse, y Ruiz amarrado a lo que podría haber sido su ataúd plástico.

¿Qué sintió en la noche densa? Fue la noche en que no durmió sintiendo la marea a su alrededor y bajo él, rezando por su rescate, esperando una luz en el mar o el ruido de las aspas de un helicóptero sobre su cabeza. ¿Habrá pensando en el reto del dueño de casa? ¿En que tendría que dar explicaciones por el bote ahora maltrecho?

Afirma que olas de cuatro metros lo volcaron reiteradas veces. Él pensaba en su mujer e hija para infundirse fuerzas en medio de la angustia. La desesperanza ha de haber sido enorme. Cerca de las 20 horas pensó en el suicidio. De seguro pensó nunca ser rescatado, hasta que al día siguiente unos pescadores lo encontraron a cerca de 80 kilómetros de donde comenzó su viaje.

* * *

Todos proyectos truncos. Que en teoría habrían de reunirse con otra historia. Otra historia que ocurrió en la real realidad: la del buzo mariscador chileno que ganó el mundial de caza submarina en Portugal. A pesar de perder su reloj y habérselas con una que encontró en una playa de por allá.
Y el mar se mece y aúna cuestiones extrañas. Que antes no lo eran, que se vuelven raras en contacto con el agua salada.

En el cruce de todos estos textos emerge una ola, una marea de desesperación y ahogo, como cuando el aire se acaba y los pies no tocan la arena del fondo. Igualito.