jueves, 29 de enero de 2009

Todos los libros se acaban pero jamás se agotan

Sobre la incomprendida calidez de las palabras agudas. * Me parece tan claro que compramos libros que nunca leeremos como escribimos para que nadie nunca nos lea. * Pero todos y cada uno de mis libros han sido —por lo menos— (h)ojeados. * Una reducción brutal aumentaría el espacio disponible en mi habitación. * ¿Pero disponible para qué? Si cada vez que pienso en deshacerme de algo es para meter más libros donde ya no cabe ni uno más. * Tan grave tampoco es. No colecciono perros hediondos hacinados en un patio mínimo. * Recuerdo hace años, cuando me encontré a Simón Abufom comprando uno de los tres volúmenes de la Historia social de la literatura y las artes de Hauser. Y ahora los vende todos. * Nadie ha sufrido accidente alguno con las torres de libros en el pasillo, fuera de mi puerta. * Imaginar la espiral que podría ser la forma ideal de una biblioteca. Sólo de vidrio. Y nada de metal. * ¿Cuánto dinero costará mi biblioteca? Así en bruto, sin sentimentalismos, bien mercantilista. * ¿Cuánto está invertido realmente en esa biblioteca? Ahora una pregunta un poco lesa: ¿qué podría haber hecho en vez de leer y conseguir esos libros? * Cuántas cuestiones prácticas, importantes dejé de hacer, comenzar o completar. * De seguro sería más delgado. * Al menos los graffitis son vistos día a día. De comprender nada he dicho. Pero al menos son vistos. Es como en las paletas publicitarias vacías del metro: “X millones de personas nos ven cada día” * Ayer un tipo ya entrado en años leía a mi lado La vida instrucciones de uso en el metro. No sé por qué le tomé una foto con el celular sin que él se diese cuenta. * Todos los libros se acaban —pero jamás se agotan. Antes de comenzarlos ya están finalizados. Fueron hechos con la última página por delante, anticipando el fin de la lectura y proponiendo ya el salto al siguiente libro. * De abismo en abismo. * Frases que se disparan en todas direcciones. Principalmente hacia dentro. * Este lugar es como un zoológico deshabitado por sus animales originales. Sólo merodean otras bestias allegadas por necesidad y nunca por gusto u obligación. Éste es un desierto blanco.

1 comentario:

Carlos dijo...

¿. Si el desierto blanco fuera un lugar, un desierto, un espacio, ¿sería ése un espacio donde Nada fuera probable, y no sólo posible como en todo el resto del espacio. Pierre Menard tras su autoría sobre el Quijote. Qué podría probar, además de la existencia de este no lugar ya en un lugar, además de Nada... habrá allí algo más elemental. ?