sábado, 11 de marzo de 2006

Hacia Batton Rouge

Señores mongoloides:

¿Dónde estaría Kennedy Toole si siguiera vivo?
La madre de Ignatius es una cerda tal como su hijo.
De fondo se oye Mother de The Police (Synchronicity).
Kennedy Toole murió por su mano a los treinta y dos años y sólo dejó dos novelas: La Biblia de neón y La conjura de los necios. Suicidóse desesperado por no hallar editor para su libro.
Editoriales: Anagrama comparte algo con Gredos. Cierto cabronazgo, acaparamiento, quiero decir, una suerte de monopolización de algo que podría ser llamado "clásico". Herralde upyours.
¿Puede ser comprado un libro que cueste más de treinta mil pesos? Sí, 2666, ¿pero la Metafísica o la Política?

«El optimismo me da náuseas. Es perverso. La posición propia del hombre en el universo, desde la Caída, ha sido la de la miseria y el dolor» le dice Ignatius a su madre.

Quizás ya la hayan llevado al cine, en caso contrario John Goodman podría ser perfectamente Ignatius. Cetrino, un bigote poblado, las manos siempre grasientas, greñas negras saliendo bajo el gorro verde de cazador. La única posibilidad es odiarlo, nadie quisiera tener cerca a un tipo como ése.

«Tienes que identificarte con algo, Ignatius, te lo he dicho muchas veces, tienes que participar en los problemas cruciales de estos tiempos» le escribe a Ignatius su novia, Myrna Minkoff, joder, otra M. M. Referencia oscura Abufom. Si no te comprometes si no te metes en los problemas de este tiempo estás fuera. Como un carrousel en el que no podemos montar, todos los caballitos se alejan. La velocidad es demasiado alta. Me caigo. Rompo la frente y las dos muñecas. ¡Nunca más volveré a escribir!

¡Ah, esto sólo podría ocurrir en esta época! La historia se ha replegado y nos ha brindado una sección temporal en que la geometría el buen gusto y la teología se han marchado. ¿Quién lee a Boecio? Más aun, todos se quedan en casa leyendo los panfletos reaccionarios de Mark Twain. Ni siquiera en el clero católico se puede confiar: las penitencias que mandan son cada vez más mínimas.

Lo más probable es que una buena cogida me hiciese bien. No se puede seguir para toda la vida con doña Manuela y sus cinco hermosas hijas. O una terapia sexual, ¿pero con quién?, ¿conmigo mismo, con mi madre? Si no se tiene una novia dispuesta a abrir las piernas con la misma frecuencia de una erección, que se la jodan mil monos de culo colorado, ¿cierto?

Teniendo a John Goodman lo que quedaría es conseguir de algún modo que John Huston (¡a por Moby Dick Hernández!) dirigiese la mentada adaptación cinematográfica. Pero Goodman tiene el problema de ser un actor itinerante, a veces sí, a veces no, buenas actuaciones (con los Coen) y otras para no recordar.
Si tuviese aquí, junto a mí a Ignatius Reilly le partiría el rostro a golpes de puños. Lo obligaría a leer a Twain y quizás hasta a Bukowski. Cerdo asqueroso. El problema es que el maldito viene de Nueva Orleans: «Esta ciudad es famosa por sus jugadores, prostitutas, exhibicionistas, anticristos, alcohólicos, sodomitas, drogadictos, fetichistas, onanistas, pornógrafos, estafadores, mujerzuelas, por la gente que tira la basura a la calle, por sus lesbianas». La mejor definición de esa ciudad. ¿Y el Mardi Gras con las chicas mostrando las tetas por un collar de perlas plásticas? Las mismas palabras, el mismo concepto le calza a otro ilustre nacido en la ciudad-borrada, hoy por hoy nuevamente y demasiado famoso. Adivine el lector de quién se trata.

Kennedy Toole sodomizando al mundo civilizado.

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