lunes, 22 de mayo de 2006

Bailando en las cenizas de los cadáveres

La «Brigada Anti Borgeana de Elucubración Lingüística», BABEL por sus siglas que tapan las calles de Santiago como stencil precarios y de monótonos colores, me ha mandado lo siguiente, de un modo harto extraño y que se acerca más a la fortuna que a la premeditación en lo que a su envío se refiere. Publico esto sabiendo que estaré ya en estos momentos en grave tensión con, por ejemplo, la «Internacional Salvajista de Expropiación Libresca» y también con la «Bacanal Anarquista de Intervención Literario-Epistemológica». Éstos últimos, BAILE según los panfletos que vuelan por el smog, son los que más pueblan mis pesadillas de estas noches. Los sé mirándome por donde vaya, máxime si he estado un par de horas donde los Abufom en Avenida Brasil, teniendo en mis manos y leyendo los pasquines que propagan en un rítmico inglés la abolición de toda forma de arjé, o si me he pasado buena parte de una noche conversando de literatura con Zeto Borquez, por dar un ejemplo.

Ahora, cumplo con lo pedido, con lo exigido:

Con Retratos reales e imaginarios de Alfonso Reyes en 1920, se abre en Latinoamérica la seguidilla de notables robos de los cuales la víctima nunca pudo redimirse, ni siquiera defenderse, dado su avanzado estado de descomposición.

Hacia 1896, fue publicado en París el volumen Vies imaginaires de Marcel Schwob. Ciento diez años después, el martes 16 de mayo, gracias al cheque de la siempre oportuna devolución de impuestos de uno de los padres de nuestros asociados, pudimos pugnar en idéntica condición, y sacar de su estante en la Librairie Française, las Vidas imaginarias.

El prologuista de esta irrenunciable edición argentina (Longseller, Buenos Aires, 2005), hace declarar a Borges, y éste dice acerca de Schwob y su libro: «Para su escritura inventó un método curioso. Los protagonistas son reales, los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos. El sabor peculiar de este volumen está en ese vaivén». Para exagerar, para que la sangre salte en grandes chorros negros, Borges publicó en 1935 su conocida Historia universal de la infamia. Lo edita con forma de libro, pues esas pequeñas biografías ficcionadas ya habían sido publicadas los días domingo en el diario Crítica. Dice entonces, tomando los gusanos que manan del francés, acerca de ese texto: «Una de sus muchas fuentes, no señaladas aún por la crítica, fue este libro de Schwob». Cabe en Borges una influencia mucho mayor que esta que él mismo declara. Marcos Mayer hace notar que «Funes el memorioso» posee un párrafo casi idéntico al prólogo de Vidas imaginarias, además de lo que «Biografía de Tadeo Isidoro Cruz» le debe a la mecánica ya mencionada.

Cien años luego de la primera edición del mentado libro de Schwob, se publica en Barcelona, sin ningún sesgo de vergüenza, el tomo Literatura nazi en América. Volumen que intenta imitar la retórica y el formato de un manual o diccionario de literatura. Vida y obra que se mezclan con aplicaciones fantasmales o mentiras directas. Autores invisibles de una tendencia también subterránea e irreal dentro de América. Toda una mentira y un robo premeditado a Schwob.

Bolaño, quien es el autor de tal libro, afirmaba después en un dodecálogo de 1997 para poder bien escribir cuentos: «sobre todo lean a Marcel Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí a Borges». La intención es clara. Esta denuncia también.

Ya en 1994, en un texto publicado luego en Tres, Bolaño escribe en Blanes: «Soñé que en las diligencias que entraban y salían de Civitavecchia veía el rostro de Marcel Schwob. La visión era fugaz. Un rostro casi translúcido, con los ojos cansados, apretado de felicidad y de dolor». Y luego, unos cuantos años después, muy campante, en una entrevista:

«—La idea de hablar de autores que no existen e inventarles toda una vida y una bibliografía, ¿la tomó de Borges?

»—No. En realidad, Borges la toma también de otros autores, por ejemplo Alfonso Reyes; de hecho, es el maestro de Borges, tiene un libro maravilloso sobre esto, Retratos reales e imaginarios, y a su vez, Reyes la toma de Marcel Schwob, Vidas imaginarias.» (Revista Qué Pasa, Santiago, algún mes de 1997 ó 1998).

Hay una suerte de vindicación, de reconocimiento del robo premeditado tanto en Borges como en Bolaño (y también en el título del libro de Reyes), eso es claro, pero no basta. Lo que dijeron los países americanos que cerraron sus fronteras a los judíos que querían huir de la Alemania nazi, lo decimos nosotros acerca de estos ladrones: ninguno (ya) es demasiado.

Hasta ahí llega el texto que les debo.

¿Por qué querer publicarlo aquí? Y bueno, que casos más raros se han visto.

A todo lo anterior no tendría nada que agregar, tanto por el miedo como por sus fuentes, que al parecer, son irrefutables, pero algo se les escapa: Papini y su monumental Juicio final (Giudizio Universale , Vallecchi Editore, Firenze, 1957). Texto para el que Papini se preparó toda su vida, si hemos de creerle a sus biógrafos, Victorio Franchini entre ellos. Y además, la novelita de Aira que ya ha sido comentada aquí, Un episodio en la vida el pintor viajero sobre ese personaje tan mencionado en Chile y a la vez, y por eso mismo, tan desconocido. No hay la más mínima posibilidad de querer saber si es cierto que Rugendas quedó desfigurado por los motivos que Aira relata. Su biografía se mezcla, gracias a tal libro, con la literatura, y ese es un laberinto del que no se puede escapar.

Ahora, ya envalentonado, les digo, los refuto: Los artistas menores plagian. Los grandes roban.

Las consecuencias de esta bravata son imprevisibles.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Sospecho que lo que diferencia el plagio del robo, asumiendo la distinción salgadense, es el grado de apropiación. Cuando lo hurtado o birlado encaja en la secuencia de losas que constituye el piso de la obra, en las hebras del tapiz, prima el agradecimiento en el espíritu del lector. Cuando algo del conjunto permite olfatear la contrahecha condición del todo artística (para mengua de su artística manifestación), se impone cierto enojo con el ladrón.
Pero no todo es tan sencillo. Quizás lo contrahecho sea parte de una estética, y en ese caso no sólo se perdona el robo, sino que se lo exige. Quizás, por ejemplo, el autor ha adoptado la modalidad cortar-y-pegar, hacer collagues de piezas ajenas. Nuevamente, nada que objetar. Y después, seamos francos: las diferencias entre cita, homenaje, plagio, robo, juego de espejos, comentario, es más bien mínima. Prefiero ser generoso y no ver.
Sumo otro además al además previo: una cosa es robar, otra tener precursores. Creo más bien que la serie enunciado (Schwob, Reyes, Borges, Bolaño) es la de sucesivos y acumulativos precursoras, y está muy bien (sospecho que la serie no es de mérito decreciente, precisamente).
Para finalizar: me atrevo a sumar a la lista a J.R. Wilcock, con dos tomos dos de vidas imaginarias, llamados 'El estereoscopio de los solitarios' y (el enorme) 'La sinagoga de los iconoclastas'. Salud.

Anónimo dijo...

Llegádome ha peligrosa información:
Dos o más cónclaves (que bien pudieran ser el mismo) se han sentido intimidados por el tono denunciante que emana de este post, y decididos se han manifestado respecto a hacer "algo". Tengo noticia al menos de dos: el "Simposio de Refacción Babélico-Bilioso.", y la colectiva internacional "Sucursal Rateril Bolañesca-Borgiana." A notar que, si bien sus iniciales no conforman palabra alguna (de las conocibles mundanamente), se repiten en ambas organizaciones, lo cual tal vez sea motivo para creer que se trata de un solo e infame conciliábulo. Lo otro, no menos inquietante, es que parecen seguir cierta correlación en la línea Schwob, Reyes, Borges, Bolaño.
Hermanos, debemos abrir bien nuestros ojos.

Anónimo dijo...

Cuantas veces pensé en esta cadena donde todos los ladrones buscaban los cien años de perdón. Este post, con el agregado Pailos de Wilcock, es el que yo hubiera querido escribir, Salgado.

Ahora se lo voy a tener que robar.

Anónimo dijo...

Robe, amigo Cioso, no muestre remilgos.
Ya ve usted que no hay nada más legítimo que el buen y honrado hurto literario.