jueves, 21 de julio de 2005

True man

Alguna vez Fiodor Mijailovich dijo que todos habíamos surgido debajo del capote de Gógol. Ése es un relato magnífico, claro está: El abrigo o El capote, depende de la traducción que usted posea.
Alguna vez leí A sangre fría, lo recuerdo, pero es un recuerdo impreciso y brumoso, como deberían ser los recuerdos. Lo dejé tirado por ahí y ahora no sé si aún lo mantengo arrumbado. La sensación es oculta, se me oculta, no recuerdo qué impresión me dejó y claro, si hay libros que marca no dejan, ¿no es razón suficiente como para nunca volver sobre ellos? Así se piensa, así lo pensaba hasta la madrugada de ayer.

Soy un alcohólico. Un drogadicto. Un homosexual. Soy un genio. Por supuesto, podría ser estas cuatro cosas tan dudosas, y seguir siendo un santo. Pero no soy un santo todavía, no señor.

Caminaba por el Paseo Ahumada y lloviznaba lo suficiente como para poder leer bajo la tenue capa de agua que manchaba mis lentes. Ahí acabé un cuento. Pocas cosas se me olvidarán cuando esté a punto de morir, lo sé. Quizás se me olvide tu perfume (que no es producto de la crema Lechuga, ya lo sé bien), también mis oídos han de olvidar tu voz y mis manos tu cuerpo. Todo eso lo sé. No olvidaré -en todo caso, en todo terrible caso- que conocí a un hombre-de-verdad, o al hombre-verdad: todo se juega en meros problemas hermenéuticos dicen las voces en mi cabeza.

Voices rejecting me "others steal your thoughts they're not confined to your own mind"
Voices protecting me "good behavior brings the Savior to his knees"

Tenía dinero en los bolsillos (una anotación banal). Tenía tu libro entre mis manos y lloviznaba sobre Santiago, sobre esa ciudad que no es la de Georg (un punto importantísimo). Que tampoco es la de G. W. F. Quizás ahora tu libro esté acartonado por el agua que absorbió, realmente lo siento, pero ya lo hice y qué. Me acordé de Ulises Lima que leía libros cuando se duchaba, "pero sólo de poesía" y ahí en París, en un departamento de una chica feminista Ulises y ella riéndose hasta que la risa duele, como cuando tocamos algo demasiado caliente y de tan caliente que está sentimos que está congelado, o viceversa, pero la idea es esa ¿entendido?

- Estoy rezando por usted, Mary. Quiero que viva para siempre.
- No rece por mí. Mi alma ya se ha salvado. Rece por su madre. Rece por todas esas almas perdidas en la oscuridad.

Casi llego a Moneda cuando acabo el cuento. Y siento que el hombre-de-verdad se me escapa entre los dedos, que escribo su nombre en la arena y luego luego llega una ola pequeñita, insignificante pero que borra ese nombre y me quedo mirando el horizonte, quizás esperando que esa ola vuelva cuando ya sea adulta y escriba su nombre ya no sólo en esa playa sino en toda la tierra. Llegará el día en que todos serán hombres-de-verdad. Realmente lo espero. Y mientras tanto su nombre me apreta el pecho -que es evidentemente el lugar de las lágrimas- y ese nombre quiere que llore, no por mi madre ni por las almas perdidas en la oscuridad, sino por mí mismo y quizás mi alma.

- Más vale así, porque al fin y al cabo, sólo nos tenemos el uno al otro. Estamos solos. Y así hasta la tumba. Ésa es la tragedia, ¿no?
- Te olvidas de que también tenemos a Dios.
- Sí. Tenemos a Dios.

Antes. Leo concentrado algo que no tenía intenciones de leer, leo ése prefacio revelador. Ciertamente hay muchos motivos para bajar la guardia y que el diablo nos penetre subrepticia pero dolorosamente, sí que hay motivos. Hay pocos por los cuales la voluntad se torna palabras, uno de ellos es ése prefacio. Aunque claro, no pidan cierta "articulación" de esas palabras: basta con saberlas escritas, otro quizás les dé sentido, si es que hay algún sentido reservado para esas palabras mías. Que no sé si tienen origen definido, pero que están orientadas, claramente orientadas.

Pues, todos, siempre, sólo escribimos, sólo eso se puede escribir,
love-letters. Cartas de amor son la Metafísica de Aristóteles, Las Lanzas y la Constitución Política de 1980: hay muchas formas de amar.

Me retuerzo de lágrimas. Pero me las trago: luego saldrán despedidas en mis fecas. E irán a parar a ese mismo sitio donde su nombre quedó guardado para nunca jamás. Pido respeto tontolerancia reciprocidad cerveza y hombres-de-verdad. ¡Ay querida ciosa! Quizás olvide todo, quizás muera antes de siquiera recordar quizás no viva para poder recordar. Esta es una forma de agradecimiento.

- Recuerda, te dije que si alguna vez te preguntaran cómo era yo, cómo era
en realidad ¿cómo contestarías esa pregunta? Apuesto a que dirías que era una palurda.
- Por supuesto, pero también les diría... Yo diría.
- No te oigo.
- Diría que eres una hermosa niña.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Y qué? ¿TrueMan Capote?

Yadda,
Yadda,
Yadda.