martes, 16 de septiembre de 2008

Bestias parlantes

Qué fome resulta pensar en una realidad como simple suma de particulares. Y qué complejo es pensarla como una red de múltiples enlazamientos. Donde la idea de borde es inconcebible, y sólo existe la mezcla. La existencia toda como una cebolla y sus capas, donde no cabe pensar en la dicotomía profundo/superficie en sentido cualitativo.


«Suerte de casco/burbuja aislante de sonido. Se inserta la cabeza del niño con rabieta en él. Entonces, el aparato se encarga de transformar el sonido del barullo en uno incluso más desagradable (uno agudísimo por poner el caso), pero sólo audible para el pequeño bellaco. Como se ve, su propósito es meramente conductista, es decir, sometido al argumento más básico que se podría apelar con un mocoso llorando.»


Ayer soñé con que un tren enorme se descarrilaba y pasaba por el campo donde estábamos. Luego de la catástrofe, que el tren se hubo ido, comencé a correr y encontré a dos tipos muertos. Del primero no recuerdo casi nada, pero al segundo le faltaban las piernas. Yo vomitaba a su lado. Y cuando me encontraba con más sobrevivientes, lloraba por la mala suerte que había tenido de ser el primero en verlos.


¿Y si Alicia nunca volvió desde el otro lado? Los espejos podrían incluir sus candados, complejos laberintos para marear al que quiera escapar. Todas las imágenes del mundo quedarían capturadas en él, y el reflejo se convertiría en algo más real que lo real.


El error no es de los trajes cerrados de las mujeres musulmanas, sino la falta de ellos en las de occidente. En el actual momento la privacidad está ida, dice Vedder que para él ella no tiene precio. La imagen de mi cuerpo me es propia, la fotografía (constante/burda/sin sentido) vuelve a ser lo que para los indígenas: un ladrón del alma, y un espectáculo del cual no quiero participar.


Ya me es imposible dejar de notar en ciertas conversaciones los énfasis y matices con que los otros se expresan. El camino desde la idea a la voz es largo y complicado. El oído proustiano que elucubra sobre motivos profundos para tales formas de expresión, para esos específicos énfasis y matices que siempre tal sujeto prefiere. Ponerse justo antes de que las palabras se formen, y ver desde dónde vienen.


Hay que sensualizar hasta el hecho de comprar porque sí. Subvertir su actual carácter pornográfico y ponerle velos que insinúen pero nunca muestren hasta el momento adecuado. Sensualizar quiere decir aquí, ponerle bálsamo a la dureza de la máquina, que no es lo mismo que engrasar los engranajes.


Si las personas fuesen tal como sus gustos, o todo sería infinitamente peor, o el mundo podría alcanzar la perfección. Pero nadie se decide por nada. En el momento en que agarrarlo todo se convierte en norma, se provoca el degeneramiento, porque ahí mismo se esconde la mediocridad y la idiotez.


Un aparato que capture "fotogramas" de un momento, con todo lo que ello implica: olores, sabores, intensidad de colores, tacto, etcétera. Una cámara de la experiencia peculiar de, por ejemplo, pasear en un mercado de India, donde quedarán capturados los miles de distintos estímulos, listos para impactar en quien lo desee. Y si ella es posible, también lo será la máquina balzaciana, aquella que permite leer los pensamientos y el flujo de la conciencia ajena.


Escribir una novela a partir de un generador aleatorio de oraciones. Tal como existen generadores de títulos de novelas románticas/sci-fi en la red, donde luego de presionar el botón, surgen maravillas como “The Mesopotamian Sheik's Anarcho-Syndicalist Mistress”.


Me quedo dormido sentado en el metro, en hora punta. Cuando despierto en medio del viaje, casi me desmayo de la impresión: una mujer pequeñita está entre el ángulo de mis piernas mirándome fijamente. En realidad esto no me pasa a mí, pero lo imagino viendo a esa pequeña empujada por las caderas del resto, sin poder moverse, queriendo llegar a la estación terminal para poder bajar y devolverse a su destino, que se le aleja a cada minuto por no poder esquivar las piernas de las docenas de pasajeros.

1 comentario:

Anónimo dijo...

no hay como la nariz dorada de tyco brahe. o los cangrejos con forma de samurai.