viernes, 8 de diciembre de 2006

Pornografía decimonónica

En Balzac, convengámoslo, falta acción. No hay muchas persecuciones en auto, ni edificios demolidos, ni magníficas conspiraciones que alteren el orden mundial. Pero sí hay mucho detalle, sobre todo hay detalles. El «sobre todo» hay que entenderlo de estas dos maneras: sobre todos los sucesos hay detalles, y, por sobre todo está el detalle. Que perfectamente puede iluminar, pero que en gran medida arrastra consigo el tedio y cerrar de sopetón el libro enorme de La comedia humana que me regalase hace un par de años Gernández.

Todo lo anterior puede ser aplicado a Proust. Por eso, y con mucha justicia, Pailos afirma que «la vida está contra Proust». Y esto porque ella se place en las generalidades, de esas mismas que Funes no podía captar. Y además porque tanto Balzac como Proust deléitanse con los detalles, y se ensucian las manos con ellos.
¿Podría realmente importar el color del raso que cubre el techo de la mansión burguesa de César Birotteau? ¿O los tipos de manjares que se consumen en casa de la Berma? Y de eso sacan toda una sociología, una tipología de la sociedad francesa.

Quizás, o, precisamente por ello la escuela historiográfica de Anales le tomó tanta importancia al obeso Honoré cuando se dieron a la tarea de documentar la Historia de la vida —dizque— privada. Necesitaban estadísticas, y la literatura balzaciana está constituida por ella. Recovecos de la conciencia que no son sino puntos de referencia en un bosquejo del mapa de todo Francia.
¿Interesa saber lo que hizo Bloom durante veinticuatro horas?
¿Importan los flatos y el origen de las manchas amarillentas en las sábanas de Reilly?
¿Quiero saber que Los Angeles es una ciudad para nunca visitar?
¿Sirve el recuento de los ciento diez asesinatos en Santa Teresa?

Detalles y más detalles que son un foco de aumento sobre ángulos que la mayoría no quiere visitar, ni siquiera saber que existen. Y en eso, la literatura se desenmascara y afirma que ella misma es una labor imperdonable, de hecho, execrable como la que más. Abrir un libro de Balzac comporta las mismas consecuencias que hojear a los diez años una Hustler o un manual de cirugía cerebral con ilustraciones a todo color.
Pasolini filmando Eugenia Grandet con John Holmes como protagónico.

¿Qué con los detalles estadísticos y pornográficos entonces? Tengo un lío enorme en la cabeza —se nota. ¿Dar detalles, sí, pero de datos que no existen, que se inventan para la ocasión? ¿Escribir de sucesos reales pero alejados del conocimiento específico del escritor? De ahí que Borges sólo escribiera sobre libros, y que en tal furor inventase lo que no pudiese justificar con una enciclopedia en la mano.

Escribir es entrar en la generalidad del lenguaje plano, uniforme y llano al que todos tienen acceso. Una escritura periodística. Escribir, en ése mismo lenguaje, dando cuenta de sus mismos recursos y límites equivale a ser moderno, o estar metido en la moda de parecerlo. Los trazos como palabras del horror de la respiración mecánica.

¿Simplemente dejarse de escribir, sobre lo que sea? Y en eso la tranquilidad de un problema menos. La cobardía me constituye, y sobre eso siempre quiero escribir. Para alejarla por un rato pequeño. Hacerle una mueca a la desesperación para que ella piense que no la estamos llamando a gritos, como sí ocurre.

«Los espíritus altamente analíticos casi ven sólo defectos: cuánto más fuerte la lente más imperfecta se muestra la cosa observada. El detalle es siempre malo.» (Obviamente, Pessoa)

3 comentarios:

TENHAM dijo...

Si entiendo bien, ¿usted aboga por una escritura objetivista? De ser asi, ¿por que lee literatura?
Con todo respeto, creo que la literatura, si sirve de algo, es para insertar en el mundo del lenguaje precisamente ese exceso, esa rebeldia contra el dato palmario del ojo, por ejemplo.
Los detalles son exuberantes. Ciertamente, son aquellos elementos que caen en "el olvido" de lo sensorial, o sea, del puro dato fisiologico; creo que no es eso de lo que se alimenta la poesia, o la literatura en sus regiones mas exquisitas.

Interesante observación.
Saludos cordiales,
Juan Carlos

Anónimo dijo...

¿Querés detalles? ¿Escuchaste 'Death of a Ladies' Man', de Leonard Cohen, empepado? ¿Probaste ser varón, ser heterosexual, fatigar los bares porteños empujado a una, a mil histéricas? ¿Probaste escuchar, de ese disco, empepado, siendo varón, siendo heterosexual, 'Memories', y saber, no que estaba hablando por vos, sino que eras vos quien hablaba, tu mejor versión, una mejor que tu mejor versión? ¿Probaste escuchar, empepado, de ese mismo disco, 'Paper Thin Hotel', y pensar que no se puede ser tan perverso, que mejor no ser tan perverso?

Gonzalo Hernández Suárez dijo...

He notado lo siguiente: Ha hecho mella en ti la observación pecuchétiana respecto al futuro que la literatura lucía por ahí por 1855 (Implicancias que disparaban hasta Perec, recuérdalo)

Pero olvido un detalle: Probablemente estabas borracho cuando leímos aquel pasaje.

Cabe la pregunta: Ese detalle, ¿importa?

Que el lector lo decida.

El Lector: ¡Qué poder de observación! No había reparado, tan detalladamente, en la inconveniencia de la superabundancia detallística. El autor, de forma originalísima, desenmascara una vez más nuestras múltiples paradojas preconcientes.

PD: Se entiende, en parte, que Foucault quiera matarlo y al mismo tiempo renuncie a desprenderse de él.

No se entiende, en contrapartida, su adhesión a Anales. O si se entiende, se revela como una bajeza más. En suma, un detalle.