viernes, 13 de mayo de 2005

Peri kínesis

P: ¿Cree verdaderamente en el movimiento?

R: ¡Es usted un sátrapa! ¡Cree usted que uno deba creer en aquello que se vive cuotidianamente! Haga usted el experimento de ir y preguntarle a cualquier persona en cualquier lugar si acaso “cree” en la respiración... ¡no joda hombre se lo ruego! Su pregunta está terriblemente mal planteada, lo cual me da a pensar lo siguiente: ¡qué clase de periodista iba a ser usted si articulaba preguntas de ese tipo! Pero bueno, no hay que ponerse catastróficos, me refiero a que no le habría tocado a usted ni a nadie resucitar el periodismo, como diría el gran nazi: sólo un dios puede ahora salvarnos...
Ahora, no sé si habrá lo movimiento (su idea), pero por lo menos es evidente que hay objetos moviéndose constantemente, para acá y para allá de arriba hacia abajo y viceversa. Que eso sea movimiento propiamente tal, no sabría respondérselo de buenas a primeras. Pero me parece pertinente hacer notar lo siguiente: usted algo conoce de los argumentos de Zenón de Elea contra el movimiento, pues bien, Carlos Pérez Soto ha dicho a propósito de lo mismo, que Rusell había notado que sólo con el establecimiento del cálculo infinitesimal (en el siglo veinte) las aporías del rottweiler de Parménides podían haber sido anuladas de modo enteramente lógico. Y esto por variados motivos... pero antes... supongo que sabrá algo de cálculo infinitesimal ¿cierto?... Noto cierto rubor en sus mejillas y no precisamente provocado por los humores del alcohol ni menos por una larga caminata, no, nada de eso hay en su rojiza apariencia facial. Pues bien, lo ve usted, me burlo descaradamente, burlas que sólo tendrán efecto si usted es ignorante respecto al cálculo infinitesimal, pero en caso contrario... pues nada, que yo tampoco soy ducho en cuestiones numerales. La cuestión es la siguiente: usted tiene que hacer operaciones matemáticas con números —nótelo bien por favor— infinitamente pequeños, números con una larga cola de decimales, con una casi infinita cola de decimales que deben ser puestos en relación con otro número con las mismas características. Ahora usted notará que hay algunas inconsistencias lógicas en todo esto, o podría haberlas: ¿qué significa eso de “infinitamente pequeños”? ¿significa acaso que, v. gr., si sumamos una serie de esos números el resultado será cero? Y ahí está la cosa, el cálculo infinitesimal ha demostrado que no, que efectivamente podemos obtener otro número “mayor” como resultado de la suma de números infinitesimales, un número que es mayor pero que igualmente tiende al cero. Entonces por ejemplo, este cálculo puede servir muy bien para los propósitos en los cuales la física se vio embarcada durante buena parte del siglo veinte, la relatividad general especial, y probablemente la actual teoría de cuerdas. Entonces, pasemos ahora a pasar somera revista a las aporías del buldózer de Parménides, que son cuatro (4) y no muy difíciles de comprender, de hecho usted junto al amigo Rueda han comprendido a la perfección el cuarto argumento y el primero.
El primero supone que si uno quiere atravesar un tramo espacial, ese tramo es infinitamente divisible en infinitas partes y que por lo tanto es imposible atravesar ese tramo espacial, pues en el hipotético lugar en el cual nos encontremos tendremos que atravesar un espacio infinito y eso es imposible.
El segundo es imperialmente famoso: es el de Aquiles contra la tortuga. En la mitología griega Aquiles era el hombre más veloz sobre la tierra, y la tortuga bueno usted ya sabe lo que sobre ella se dice, no hay para qué ahondar en detalles. Entonces se ponen en competencia a Aquiles versus la tortuga pero dándole a esta última una ventaja de diez metros. Parten la competencia y Aquiles recorre esos diez metros que lo separaban de la tortuga, pero no la alcanza porque la tortuga ya ha avanzado otro tanto, y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y cuando Aquiles recorre esa nueva distancia la tortuga ha avanzado otra distancia más pequeña y así hasta el infinito, ¡y más allá! (lo remito a La perpetua carrera de Aquiles y la tortuga del mejor escritor argentino del siglo veinte).
El tercer razonamiento es el también famoso argumento de la flecha inmóvil. Ésta es magnífica, pues supone al tiempo como hecho de puros instantes, es la inmanencia del presente, que el ser esté siempre estático sobre sí mismo, su inmutabilidad eterna y otras consideraciones que usted podría saber si se hubiese dignado de asistir a mi clase sobre la escuela eleática. La idea de este argumento es la siguiente: si el tiempo está hecho de instantes, toda parte del movimiento de la flecha lanzada estará estática en el instante, ergo, la flecha está inmóvil.
El cuarto es también muy interesante, debo decirle. Es aquel que le dibujé en cierta pared de la universidad, lo trazaré ahora digitalmente:

A A A A
B B B B > > >
< < < C C C C

Pues bien, mire usted el dibujo, ¿cierto que posee indiscutible encanto? ¿me podrá negar usted que pareciera que las letras se movieran realmente de un lado hacia el otro cual si de blancas flores azotadas por un viento aristotélico se tratasen? ¿nota que las flechas apuntan hacia un espejo en el que se aprecian las formas de todas las cosas, de esas que fueron de las que son y de las que serán en una de las posibles once dimensiones de que está compuesta la realidad? ¡Y es que acaso no ve que trato de impresionarlo con palabrería innecesaria a todas luces! No sé qué me pasa, pero no puedo dejar de joderlo con estas jugarretas de adolescente perdido en el desierto buscando por todos los medios que la luz de la luna no golpee directamente su rostro lleno de pupas fosforescentes que a punto están de ser reventadas por las picadas de unos mosquitos negros como la mugre que se junta en sus uñas... Entonces, volvamos a lo que nos convoca. Resulta que usted ve las A’s que están estáticas, y frente a ellas unas B’s y C’s que están moviéndose en direcciones opuestas y a la misma velocidad. La cosa es que cuando una B (o una C, eso da lo mismo) se mueve pasa frente a dos C (o al revés, que una C pase frente a las B’s) pero sólo frente a una A, entonces la idea es que el “átomo de movimiento” respecto de las móviles C’s es de dos (2) pero frente a las estáticas A’s es la mitad, id est, uno (1). Entonces volvemos al primer argumento según el cuál el espacio es eternamente divisible.
Recuerde ahora lo que al principio le dije, que sólo con el establecimiento del cálculo infinitesimal durante el siglo XX Zenón pudo ser refutado con consistencia lógica (o científica), pues antes estos argumentos eran precisamente un camino sin salida un quiasma
un sofisma muy bien planteado un intríngulis un galimatías un guirigay un fárrago de palabras contradictorias una —en sentido estricto— aporía. Evidentemente que Aquiles sí podría haber alcanzado a la tortuga en esa hipotética carrera, es decir que fácticamente éste le habría ganado al lento animal, pero la idea de Zenón es que es imposible demostrar la “realidad” del movimiento, se propuso demostrar la indemostrabilidad del movimiento y ¡por el gato de Hegel que sí lo consiguió!
Ahora la cosa es si en efecto creo en el movimiento, y mire usted que no sabría qué decirle y no por los argumentos con que inicié esta respuesta en los cuales lo exhortaba a ponerse de una buena vez el vestido de la civilización los pantalones de la adultez el sombrero de occidente a que fume la pipa de la razón y a que se sirva los manjares de la especulación bien encaminada, no amigo mío, nada de eso hay en esta diatriba aporética. Note que me siento tan cerca de Heráclito como ahora lo estoy de los eleatas y sus teorías estáticas y globalizantes respecto del Uno, del ser. Me placen tanto la una como la otra, y no se crea que estoy hablando en términos teóricos, como unas teorías positivas respecto de una futura “carrera” mía en esto de la filosofía, ¡no y mil veces no! Se trata aquí más bien de una simpatía —no se me ocurre otra palabra— de índole estética para con esas teorías, y es que usted no me podrá negar en buena ley que la mayoría de las ideas de la Grecia clásica sufren de una formación que tiende más a la belleza simétrica que a un constructo puramente racional. Pero al grano como dijo una vez aquel que se aprontaba a devorar un plato de delicioso arroz: el movimiento no sé si exista, así como si le diéramos carácter ontológico al movimiento, que efectivamente el movimiento sea el ser, que no exista necesidad de que haya algún ente que sea “lo movido” porque el ser mismo es puro movimiento, me parece que por ahí va Hegel, o por lo menos la lectura interesada que Pérez Soto nos da a conocer. Lo que es innegable es que hay cosas en movimiento, las vemos día a día, nosotros mismos somos una de esa máquinas movientes que a su vez tenemos la capacidad de dar movimiento a otros entes como de detenerlos aunque sea momentáneamente. La cuestión se juega no en la creencia en un concepto tan inasible como es el movimiento, sino en cierta demostración de su realidad, de su existencia en forma independiente de los entes en movimiento. Si efectivamente se logra eso, pues qué quiere que le diga. Una parte no despreciable del trabajo del meteco se juega en esas indagaciones. De hecho hay un libro de Bröcker (discípulo de Heidegger, otro aristotélico no declarado, vaya a saber uno por qué clase de motivos) en que se analiza la filosofía de este tipo desde el punto de vista de una indagación sobre el movimiento: movimiento y ser, movimiento y Dios, movimiento y filosofía, etc...
Y heme aquí que no sé por dónde tirar líneas para seguir con esta respuesta, no sé ni me interesa saber, porque quizás llegue el día en que Estática esté “terminada” y entonces podamos comprender el movimiento desde otro punto de vista, aunque claro, estos son sólo aleteos de un náufrago al que los tiburones le desgarran lentamente las bastas de los pantalones...


(Fragmento de las Entrevistas, agradable libro de preguntas y respuestas entre Hernández y Salgado)


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