martes, 6 de julio de 2010

Sobre la (falsa) higiene militar

«Después de diversos avatares, provocados tanto por la malignidad de los seres humanos o de las cosas como por las inexorables leyes de la probabilidad, se reunió ante la puerta de la sala de juntas la casi totalidad de los convocados, que fueron introduciéndose en dicho lugar tras los frotamientos palmarios y las eyaculaciones de saliva aspergeada que son de uso en las sociedades civilizadas y que las sociedades militarizadas sustituyen por manotadas en la sien y taconazos ante el jefe, acompañados, en ciertos casos, de escuetas interjecciones aulladas a distancia, lo que, convenientemente considerado, podría inducir a creer en la higiene militar, opinión que, con todo, uno se ve obligado a abandonar nada más ver las letrinas de aquestos, con la excepción de los militares americanoides, los cuales cagan en fila y mantienen sus estancias para la caca en permanente estado de limpieza y olor a desinfectante, como ocurre también en algunos países en los que se cuida la propaganda y en los que se tiene la fortuna de contar con una falta de población a la que persuadir mediante semejantes medios, que es lo que sucede a escala general, siempre que la propaganda no se la cuide al tuntún, sino teniendo en cuenta los deseos puestos de manifiesto por los servicios de prospección y de orientación, como asimismo los resultados plebiscitarios de los referendos que los gobiernos felices organizan pródigamente para aumentar aún más el dichoso bienestar de las hordas a las que administran».